EL ABANDERADO DEL GRUPO NICHE

 

  

Homenaje al maestro Jairo Varela Martínez (1949-2012)

 

 

De izquierda a derecha:

Gabriel Rondón, guitarrista barranquillero; Germán Chavarriaga, en la batería; Joe Madrid, en el piano;
‘Fruko’, en el bajo; Jimmy Salcedo, en el piano eléctrico;

Al centro (de pie):

Jairo Licazale (Tirijala), cantante solista; a su lado, sentado de perfil, Willie Salcedo, en las congas;
Augusto Villanueva, en el bongó; Víctor, primera trompeta; Adolfo Castro, segunda trompeta;
John Saxon Gaviria, tercera trompeta; Gustavo García ‘El Pantera’, primer trombón;
Adolfo Barros, segundo trombón y Javier Gutiérrez, guitarra eléctrica.

Al fondo a la derecha:

Presenciando el ensayo de la “Colombia All Stars” -- observamos a Jairo Varela.

La imagen fue captada en 1978 en los estudios de Punch Televisión
durante los preparativos para una emisión del “Show de Jimmy”,

un programa de televisión producido
por Manuel Medina Mesa y DO-RE-CREATIVA TV.

(Fotografía cortesía de Gabriel Rondón)

 

 

Por: Jairo Grijalba Ruiz

jairogrijalbaruiz@gmail.com

Especial para Herencia Latina

Popayán, agosto del 2012.

 

 

Quiero dar inicio a esta crónica refiriéndome a una fotografía que alguna vez gentilmente me obsequió el guitarrista barranquillero Gabriel Rondón, porque es tal vez la imagen más antigua (dentro del ambiente salsero colombiano) que se conoce del recientemente fenecido músico chocoano Jairo Varela Martínez, el abanderado de la llamada “Salsa del Pacífico”.

 

Jairo Varela Martínez
(usando una lupa apreciando una foto amplia)

 

Aunque con el paso de los años se han conocido cientos de fotografías del reconocido compositor y cantante, quizás no hay una tan diciente como esta para ilustrar su temprana vocación frente a la música salsera que a los pocos años tomaría forma y contenido en lo que se conoció como el Grupo Niche, agrupación sui-generis fundada en un local del piso 13 de un edificio situado en la carrera séptima con calle dieciocho de la fría urbe capitalina (donde funcionaba Discos Daro), desarrollada artísticamente entre Cali, Puerto Tejada, Buenaventura, Medellín y posteriormente consagrada en Colombia y en el mundo entero.

 

Si alguien quería conocer las fuentes de las que bebió Varela para alimentar su promisorio talante de director musical y de productor salsero, solamente basta con ver la fotografía repasando los rostros y nombres de quienes en ella aparecen. Varela era el invitado de Gabriel Rondón y de la avanzada barranquillera en un ensayo de la “Colombia All Stars”, mítica orquesta salsera colombiana que surgió por iniciativa del genial pianista cartagenero Joe Madrid como una secuela de la “Fania All Stars”.

 

El año 1978 puede ser considerado como un año fecundo para la salsa colombiana. Desde la plataforma de lanzamiento que era la televisión bogotana en blanco y negro de la época, con el apoyo del productor Manuel Medina Mesa (el hombre de las tres emes, y no es un trabalenguas de Mon Rivera ni de Eliseo Herrera), con la dirección artística de Jimmy Salcedo se conformó una “orquesta de estrellas” de nuestra salsa. Realizaron un concierto en la Plaza de Toros la Santa María de Bogotá, un especial de televisión (en los estudios de Punch) y una presentación en Barranquilla con relativo éxito, tal y como alguna vez lo recordó el bongosero Augusto Villanueva quien es uno de los músicos que aparece en la fotografía.

 

Los otros, además de los ya nombrados Rondón, Madrid y Salcedo, fueron el estupendo cantante barranquillero Jairo Licazale a quien se conoció con el apodo de ‘Tirijala’, los trompetistas Adolfo Castro (conocido con el mote de ‘Papasalá’) y John Saxon Gaviria, los trombonistas Gustavo ‘El Pantera’ García, Adolfo Barros (hermano mayor del también trombonista Alberto Barros) y ‘Tripaseca’, de cuyo nombre ahora no me acuerdo, el bajista Julio Ernesto Estrada, conocido como ‘Fruko’, el baterista Germán Chavarriaga, cabeza de una dinastía de percusionistas, el conguero Willie Salcedo (quien tuvo su propia orquesta), y el guitarrista eléctrico Javier Gutiérrez.

 

Varios de ellos como Jimmy Salcedo, Gabriel Rondón y Jairo Licazale, eran hijos extraordinarios de Barranquilla, capital musical del Caribe colombiano. Los tres   lamentablemente ya fallecieron. La orquesta tenía varios integrantes cartageneros, siendo los dos más destacados Joe Madrid y Joe Arroyo, pianista y cantante respectivamente. Infortunadamente ninguno de los dos está ahora con nosotros. La idea del maestro Joe Madrid, inspirador de la “Colombia All Stars” era integrar musicalmente a la fecunda Región Caribe con Medellín, Bogotá, el Valle del Cauca y la Costa Pacífica; por esta razón fueron invitados para conformar la orquesta personajes de indudable valía como ‘Fruko’, el veterano vocalista Juan Piña, el pianista guajiro Armando Manrique, mi paisano el fenecido cantante caucano Edulfamith Molina, conocido artísticamente como ‘Pipper Pimienta Díaz’, el bailarín caleño Monte-Edgardo, el cantante vallecaucano Wilson ‘Saoco’ Manyoma, de la dinastía de los Manyoma de Cali, todos ellos músicos destacados, el bajista Armando Escobar, el timbalero Wilson Viveros de Buenaventura, y alguno más que quizás ahora se me escapa. Tanto Armando Manrique, uno de los pianistas más originales que ha tenido Colombia, como ‘Pipper Pimienta Díaz’, cantante quien fuera un gran exponente de su propio estilo, murieron trágicamente asesinados en circunstancias confusas, que como dicen las crónicas judiciales, todavía son materia de investigación, pese a los años que han pasado tras su deceso.

 

El alma y nervio de la “Colombia All Stars” era en realidad Joe Madrid, aunque alguna vez Gabriel Rondón me dijo que quizás la idea fue de Jimmy Salcedo. Este cronista tenía entendido que el inspirador de aquella legendaria orquesta había sido un muchacho barranquillero llamado Carlos Carvajal, pero Gabriel me replicó con la siguiente frase: “¿Pero sabes qué Jairo? Que yo conociendo a Jimmy, yo creo que no hay tal de este muchacho que tú me dices. Eso yo creo que lo hizo Jimmy porque ese Jimmy siempre andaba buscando vainas donde protagonizar, y meterlas al programa de él. Él era un tipo supremamente dinámico, muy dinámico. Yo trabajé con él tres o cuatro años y él era un tipo muy, muy dinámico”.

 

Los músicos caribeños de la “Colombia All Stars” en Bogotá “jugaban de locales” ya que disfrutaban de una amplia acogida en los establecimientos nocturnos capitalinos y tenían las puertas abiertas en la televisión. En esa época de finales de los setentas se hacían los programas musicales con las orquestas tocando al completo en el estudio. Si bien algunas emisiones eran pregrabadas, por circunstancias puramente coyunturales, buena parte de los musicales como el de Jimmy Salcedo o Espectaculares JES se hacían en vivo y en directo, tal y como pude presenciar alguna vez con una estelar intervención de Joe Cuba y su Sexteto. En 1978, época de esta fotografía de autor anónimo, Jairo Varela era un muchacho inquieto que se había criado en Bogotá apegado a los ambientes nocturnos, empapándose de la movida salsera al interactuar hombro con hombro directamente con los protagonistas del ambiente callejero.

 

Había una discoteca que se llamaba “El Infierno” y decenas de grilles y bailaderos de importancia como “La Teja Corrida” y otros cuyos nombres no alcanzo a enumerar, en los cuales se les rendía culto a las expresiones musicales afrocaribeñas procedentes de La Habana y Nueva York, a la par que se les brindaba espacio a las orquestas salseras colombianas como las de ‘Fruko’ y sus Tesos, con Joe, Wilson y ‘Pipper’ como cantantes estelares, Joe Madrid con Jairo Licazale como vocalista principal o Willie Salcedo quien lideraba su grupo. También había espacios para el combo de jazz y salsa de Gabriel Rondón, o para la orquesta de un joven principiante casi desconocido como Jairo Varela, quien todavía no tenía al Grupo Niche.

 

A finales de los setentas yo fui a Bogotá siguiéndole la pista al extraordinario trompetista cubano Benny Bustillo, quien había trabajado en la década del cuarenta con Arsenio Rodríguez ‘El Ciego Maravilloso’. En asocio con dos amigos con quienes fundé una revista, estábamos tratando de cazar a Bustillo para hacerle un reportaje, y grabadora en mano nos fuimos a preguntar por él. Uno de mis amigos llevaba la cámara de cine súper 8, asunto en el cual era un reconocido experto y el otro se ocupaba de una cámara de fotografía Cannon de las de 35 mm que tan útiles fueron durante toda una época ya relevada por la actual fotografía digital. Hablo de cine súper 8 como un arcaísmo ya que por entonces era aún incipiente el sistema de beta y no se conocían todavía las cámaras de VHS ni los formatos de vídeo inteligente de hoy en día. Nosotros éramos hijos de la escuela del cine en sistema súper 8 y nos inspirábamos en la línea documentalística nacional forjada por los señores Luis Ospina y Carlos Mayolo (oriundos de la ciudad de Cali-Colombia). Este último había sido tutor nuestro en algunos cursos.

 

Por aquel entonces todavía no se había puesto de moda el libro “Arte y técnica de filmar” de Jesús Borrás y Antonio Colomer (Editorial Bruguera – Libro Práctico, Barcelona, 1981), que llegó a ser considerado en toda Hispano-América como ‘La biblia del súper 8’, porque orientaba a los documentalistas y cineastas en ciernes en tópicos tan elementales que iban desde la elección de la cámara de cine súper 8 hasta la sonorización de la película, razón por la cual nosotros nunca llegamos a ser documentalistas con formación académica libresca sino exploradores callejeros de nuestro propio lenguaje y estilo fílmico.

 

Como estábamos buscando a Bustillo para filmarlo, fotografiarlo y grabarlo fuimos al estudio de Gabriel Rondón para ver si podía echarnos una mano con una dirección o algún número de teléfono que nos permitiera localizarlo. Gabriel estaba ocupado haciendo unos jingles para sus numerosos clientes del mundillo de la publicidad pero fue muy gentil y nos atendió con esa generosidad y simpatía que le eran propias y con la desfachatez lingüística de que hacen gala casi todas las personas de la Región Caribe colombiana nos espetó con desparpajo que el Benny Bustillo se había muerto hacía poco tiempo. Esa tarde Gabriel Rondón me concedió la primera de dos entrevistas que tuvimos la suerte de grabar, una varios años después de la otra. 

 

De paso para Bogotá tratando de dar con el paradero de Benny Bustillo, un amigo saxofonista que vivía en Cali nos llevó a una discoteca por los lados de Juanchito para que viéramos la actuación de una orquesta reunida ese fin de semana por Jairo Varela. Fuimos de noche a la discoteca y nos topamos con una buena orquesta de integrantes desconocidos que tocaban la salsa con una fiereza de esquina la cual nos llamó poderosamente la atención y decidimos filmarla con el equipo de súper 8. Las cintas todavía deben estar por ahí en los anaqueles de la desidia de alguno de nosotros tres. Igualmente entrevistamos a Jairo Varela (probablemente haya sido su primera entrevista para una revista dedicada a la música). Me pareció un tipo distante y nada simpático, pero inteligente y seguro de sí mismo, que hablaba con propiedad de todo lo que estaba haciendo y de todo aquello que soñaba con hacer en el inmediato futuro. Alto, flaco y fumador empedernido, se sentía feliz de estar al frente de otros nueve músicos de ocasión (el saxofonista Julio Rebolledo incluido), asumiendo ese toque sin agenda ni porvenir en un extraviado centro nocturno de Cali, aún lejos de la fama y el reconocimiento que le llegarían un lustro después, sin que nosotros tres ni siquiera lo sospecháramos, dada la facha campechana del tipo y del puñado de socios sin nombre que lo secundaban parados en la tarima. No muy bien cuidado en el vestir, me llamaron la atención sus uñas curtidas por la costra de humo de los fumadores consuetudinarios, los gestos de sus manos que se movían mientras hablaba, y sus largos zapatos puntiagudos sin lustrar.

 

Ya dije que era un hombre inteligente, musicalmente hablando, y eso se lo pude notar en la forma como tarareaba “Disritmia” una canción del contexto de la bossa nova cuya intérprete era la brasilera Simone, quien la había puesto de moda por aquel entonces, para ilustrarnos la forma como captaba en su mente los acordes progresivos y las complejas disonancias de la armonía, sutilmente emanadas de aquella tonada que el músico chocoano estaba por entonces adaptando al beat salsero nacional, sin imaginarse siquiera que años después el trombonista y cantante Willie Colón iba a versionarla y grabarla reconvirtiéndola en éxito mundial de la salsa neoyorquina.

 

Nunca tuvimos ni la menor idea de cómo se llamaban de los ocho muchachos restantes, dos de los cuales actuaban como cantantes, y digo actuaban porque eran malísimos pero tenían esa sabrosura innata que a veces suele cubrir las deficiencias en la extensión de la voz. Sólo llegamos a saber que ambos eran de Puerto Tejada porque a expensas del desaparecido Rebolledo y de otro arsenal de amigos Varela estaba tratando de hacer pie en ese norteño municipio del Cauca, cercano a Cali, con el fin de establecer en el futuro sus bases por aquellos andurriales de pobreza, abandono y olvido, en los cuales sin embargo el pueblo negro sobreviviente de los latifundios de la caña de azúcar luchaba por forjarse un futuro de dignidad humana lejos del esplendor de los centros de poder.

 

Jairo Varela estaba como nosotros, tan sólo de paso por Cali, y había ido a recalar a esa discoteca de mala muerte, de propiedad de algún oscuro y conspicuo personaje ligado a las esferas del bajo mundo caleño, únicamente con el ánimo de ganarse algunos pesos. Durante el reportaje supimos que los dueños le pagaban poquísimo por el toque de fin de semana como orquesta de planta, y que en consecuencia él les pagaba aún mucho menos a sus músicos. Después nos enteramos por una llamada telefónica de Rebolledo que Jairo Varela no había durado mucho en Cali y que luego de dejar establecidos algunos contactos firmes en Puerto Tejada para regresar a radicarse allí más adelante, había retornado a Bogotá con el ánimo de seguir aprendiendo algo más en el mundillo musical capitalino y aventurarse a fundar una orquesta de verdad. Fue la única y la última vez que lo vi.

 

Cuento el final de la correría en Bogotá porque está asociado con Jairo Varela y con su destino de músico y de director de lo que posteriormente se conocería como el Grupo Niche. Después que finalizamos la entrevista con Gabriel Rondón el fallecido músico caribeño tuvo el amable gesto de invitarnos a tomar un café y en la conversación que surgió se puso a contarnos con ese lenguaje desabrochado que le era tan propio los pormenores del ensayo de la “Colombia All Stars”, relatándonos de paso varios tópicos completamente cómicos de la grabación del “Show de Jimmy” en la ocasión en la cual el programa fue estelarizado por dicha orquesta. En seguida nos echó completo el cuento de la presentación de la orquesta en la Plaza de Toros la Santa María y de un toque que hicieron en Barranquilla antes de que la banda se desintegrara para siempre.

 

Cuando Gabriel estaba narrándonos las más hilarantes anécdotas de Joe Arroyo, ‘Fruko’ y Armando Manrique, sacó de una gaveta de su escritorio la fotografía que venimos comentando desde más arriba, para ilustrar el cuento, y procediendo como si se tratara de una vieja fotografía familiar, nos detalló la obra, vida y milagros de cada uno de los miembros de la “Colombia All Stars” refiriéndose a ellos con términos tan coloquiales como “aquí no está mi hermanito Juanchito Piña; falta Wilson  Saoco, pero aparece Jairo Licazale,  Jairito Licazale, mi gran amigo y compatriota, claro que sí. ¿Quién más? Willie Salcedo en las congas, Wilson Viveros en el timbal…” Justamente cuando acabó el recuento de quiénes eran los músicos que estaban en la fotografía nos dijo: “y este que está aquí sentado a un lado es un muchacho del Chocó, Jairo Varela, que fue al ensayo como invitado…”, y enseguida se quedó callado un instante pensando, y después agregó: “está soñando con hacer su primer disco y nosotros en el estudio le hemos ayudado con algunas ideas para la maqueta, puede llegar a ser un buen músico si se lo propone, aunque no tiene ninguna formación musical”.

 

La afirmación de Gabriel nos sorprendió a todos los presentes y yo le repliqué: “lo vimos hace unos días tocando en Cali con su propia orquesta y se ve que tiene madera”. En seguida Gabriel me extendió la fotografía como entendiendo subrepticiamente mi momentáneo interés por la suerte de Varela y se tomó otro sorbo de café finalmente agregando las siguientes palabras tanto proféticas como justas: “carece de formación musical pero tiene hambre y tiene bagaje callejero, dos cosas que son necesarias para triunfar en esto tan duro y tan ingrato que es la música.”

 

Cuando ya nos íbamos despidiendo de Gabriel porque nos había dicho que era hora de retornar a sus jingles me dispuse a devolverle la fotografía y él sonriendo y mirándome a los ojos me dijo: “quédate con ella para que la saques en tu revista, yo tengo otra copia.”

Los buenos augurios del maestro Gabriel Rondón, un hombre sin envidias ni mezquindades, no demoraron en cumplirse. Unos años después lo visité en Bogotá con el ánimo de que me apoyara para producirle un disco a un amigo músico principiante, y después de varios ires y venires, como es habitual en estas cosas cuando se empieza y se carece del apoyo necesario y suficiente, además del empujoncito de Rondón el amigo músico recibió la ayuda de Antonio Asunción Oxamendi, un pianista cubano, quien sin que viniera a cuento, no sé por qué, cuando estábamos en una de las sesiones de grabación se puso a contarme la  vida y milagros de Jairo Varela, y me dijo: “yo trabajé hace algún tiempo con él, como pianista y arreglista de su orquesta, ahora está al frente del Grupo Niche, anda por Cali, por Medellín, por Barranquilla y está viajando fuera del país, triunfalmente por cierto”.  

 

Recordemos que el primer disco de larga duración liderado por Varela (“Al Pasito”) se hizo en Bogotá a finales de 1979 y se publicó en 1980 gracias al apoyo de la empresa discográfica Discos Daro. Los músicos y cantantes que interactuaron con Varela en esas primeras grabaciones fueron básicamente muchachos talentosos originarios del Chocó en su mayoría, tales como el pianista Hernando Sepúlveda, el bajista Francisco Fortiche, el saxofonista y flautista Alí Garcés, el trompetista José Ferrer, el trombonista y después arreglista Alexis Lozano, el ya consagrado trompetista Adolfo Castro, así como también los percusionistas Wilson Viveros a cargo del bongó y Luis Rodríguez a cargo de las congas. En aquellos tiempos de finales de los setentas con el grupo de Varela igualmente estaba el destacado cantante Saulo Sánchez quien infortunadamente por circunstancias de la vida no alcanzó el reconocimiento que merecía en el ambiente salsero colombiano, dadas sus grandes dotes como intérprete. Fue quien cantó en “Al pasito”. De los demás cantantes no me acuerdo de sus nombres, salvo los del caucano Álvaro Del Castillo, oriundo de Puerto Tejada, pero en la medida en que el Grupo Niche se iba consolidando en el contexto de la salsa, Varela tuvo más de una docena de buenos cantantes de diversos estilos, entre quienes estaban una hermana de Alexis Lozano, quien fue la primera vocalista femenina de la orquesta, y un puñado de boricuas y dominicanos, encabezados por el fenecido Humberto ‘Tito’ Gómez, quienes dejaron una profunda huella en el devenir de la agrupación.

 

Fueron éxitos en esa primera época del Grupo Niche temas como “Al pasito”, “Cali pachanguero”, “Del puente pa’ allá”, “Buenaventura y caney”, “Primero y qué”, “Mi negra y la calentura”, “Sueño”, “La negra no quiere”, “Solo un cariño”, “Ana Milé” y decenas más que ahora no alcanzo a enumerar, mientras pienso que gradualmente, en la medida en que Jairo Varela se establecía en Cali fue progresivamente cambiando su estilo contundente, espontáneo y barriotero, asociado a la salsa de estirpe neoyorquina que había retomado de Joe Madrid, para adentrarse en un estilo nuevo y quizás de su propia cosecha, inspirado más en la música del Pacífico colombiano que en las grandes tendencias salseras procedentes de las corrientes rítmicas afrocaribeñas de donde inicialmente se originó aquel fenómeno bailable a principios de los setentas.

 

 

 Epílogo

 

Aunque recaló temporalmente en Puerto Tejada, esta importante localidad nortecaucana tenía realmente poco para ofrecerle a Jairo Varela desde el punto de vista del negocio del espectáculo. Él finalmente decidió probar suerte en la vecina Cali, la urbe salsera por excelencia en el contexto colombiano, y allí luchando a brazo partido, obtuvo finalmente el apoyo que requería para desarrollarse como músico, gracias a personajes como Jairo Sánchez, ‘Cañandonga’, Jairo Obando, Manolo Solarte y Adán ‘Cucaracho’ Martínez, quienes le tendieron la mano.

 

Que descanse en paz el maestro Jairo Varela Martínez; nos quedan sus composiciones y el extenso legado discográfico forjado a lo largo de 33 años de duras luchas y de arduas batallas arriba de las tarimas, libradas siempre por el inolvidable director con las armas del pentagrama musical.

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Herencia Latina