Un belén de despedida

 

Los restos del maestro Tommy Olivencia yacen en la Placita de los Salseros.

Foto del Nuevo Día

 

 

Por Jaime Torres

End.jtorres1@elnuevodia.com

 

Avasallada por la tristeza, la clave de la salsa permaneció en silencio durante las exequias fúnebres de Tommy Olivencia, efectuadas ayer en la Parroquia de Lourdes de Villa Palmeras.

El padre Efraín Rodríguez, en alusión a la confidencialidad que entraña el sacramento de la confesión, recordó que conocía la conciencia viva del músico que, domingo tras domingo, llegaba al templo con su esposa Paquita a celebrar la eucaristía.

Fue una homilía contundente, radical y valiente en la que el cura criticó a los políticos por apoderarse de las ondas radiales con su propaganda político partidista, privando al pueblo de la música popular que por décadas y generaciones ha consolado el espíritu de los puertorriqueños.

A media mañana, la salsa enmudecía, pero su hermanita la plena, con su cadencia arrolladora y su alegría contagiosa, retumbaba fuerte a pocos pasos del callejón La Esperanza, despertando a la grey de deudos, amigos y familiares de su letargo y melancolía. A golpes de los panderos quinto y seguidor, Jerry Ferrao y una decena de pleneros anónimos paralizaron a la comunidad cangrejera y encaminaron a la multitud por la avenida Gilberto Monroig y la calle Rafael Cepeda Atiles rumbo a la Placita de los Salseros, donde -castigada por el implacable sol del mediodía- la gente celebró la gesta del director de La Primerísima, guerrero de la tarima que, en su despedida de este mundo, detuvo el reloj en el solar de Pellín, Cortijo e Ismael Rivera.

Cubierto  con la bandera de su patria, los restos del maestro Tommy Olivencia son cargados por los compañeros de su  orquesta y el público en general.  Foto del Nuevo Día

“Un belén para Cortijo/un belén para Ismael/un belén para Olivencia/como le gustaba a él”, entonaba con frenesí e ímpetu la comitiva.

El féretro color marrón, con diseños en sus esquinas de la clave sol y de varias partituras, fue cubierto con la monoestrellada y colocado encima de una base rodante que a paso lento fue trasladado hasta la placita del sector Playita por Epi Jiménez Jr., Tommy Jr. y varios amigos de Olivencia. La gente se asomaba a los balcones y desde las capotas de los autos y los techos de las residencias extendían y movían las manos en señal de despedida.

En la Placita de los Salseros aguardaba una compacta masa humana, procedente de Llorens Torres, Shangai, Barrio Obrero y otros sectores.

La Primerísima afinaba sus instrumentos en espera de Paquita, quien llegó en el Mercedes Benz negro de su difunto marido. Con dificultad, la mujer que hace escasamente dos semanas fue atropellada por un vehículo gubernamental fue sentada en su sillón de ruedas y acompañada a la tarima. La viuda, que media hora antes se había confundido en abrazos y besos con Sylvia, la primera esposa de Tommy y madre de sus hijos Franci y Tommy Jr., autorizó al personal de Ehret a que abriera nuevamente el féretro para que el pueblo lo saludara mientras la orquesta tocaba un puñado de sus éxitos.

Cantando a viva voz, uno de los primeros cantantes de la Orquesta La Primerísima: Sammy González, despide a su manera al maestro Tommy Olivencia.  Paquito Guzmán (primer cantante del Conjunto Cachana y de La Primerísima) en sus hombros carga los restos del insigne músico. Foto del Nuevo Día.

Paquito Guzmán jura que había subido a la tarima para marcar y dirigir la orquesta en su último concierto terreno. Tres meses atrás Olivencia le dijo a su hijo Tommy Jr. que deseaba que el día que muriera reprodujeran la canción ‘Cuando yo me vaya’, de Raúl Marrero, y lo complacieron. A los primeros acordes de ‘Pa’ lante otra vez’, éxito de Chamaco Ramírez interpretado ayer por Simón Pérez, comenzó el desfile del pueblo frente al féretro.

Las damas le lanzaban besos, las ancianas se persignaban, algunos caballeros lloraban; otros mostraban carátulas de sus discos y fotos del director. Los más jóvenes lo retrataban con celulares, algunas pareja bailaban y hubo doñitas que se detuvieron y le hablaron, como si les escuchara. El pueblo, apostado frente a la tarima, aplaudía. Algunos músicos lloraban y los cantantes entonaban sus pregones con voces entrecortadas y ahogadas por el sentimiento.

Irónicamente, La Primerísima sonó mejor que nunca y, reforzada con músicos como Papo Lucca, Chago Martínez, Toñito Vázquez, Richie Bastar y otros se convirtió en un “big band” que asomó a sus balcones a decenas de los vecinos de Llorens Torres, residencial donde hace poco más de 45 años Tommy organizó su orquesta y donde irónicamente murió el viernes pasado.

Paquito Guzmán cantó desde lo profundo de su alma la ‘Historia de un condenado’ y como si su voz resonara en el expreso, los automovilistas se unían al luto popular encendiendo las luces de sus autos al pasar frente a la Placita de los Salseros.

El Adios

Un amigo, un compañero, un músico —de su misma estirpe—, el maestro Luis «Perico» Ortíz entona el canto lutoso de despedida.  Al fondo cubierto  en la bandera monoestrellada —como se despide a los patriotas— reposan los restos del maestro.

Foto del Nuevo Día

Cuando Paquito y Simón entonaban el hit ‘Atrevida’, se registró una interrupción en el sistema eléctrico y la multitud vocalizó el coro. En cada acorde, en cada estrofa y en cada soneo latían el respeto y el cariño que los cantantes y músicos de La Primerísima siempre le profesarán a su difunto director.

El concierto alcanzó su clímax cuando Lalo Rodríguez cantó ‘Vengo del monte’ y Viti Ruiz, recordando a su hermano Frankie, entonó ‘Que se mueran de envidia’. Lo despidieron con ‘La cuna blanca’, entonada por Sammy Marrero, y con ‘Evelio y la rumba’, interpretada por todos.

La comitiva transitó por la calle Bartolomé de las Casas hasta la avenida Eduardo Conde, donde está localizado el camposanto de Villa Palmeras. Paquita se le adelantó a la multitud y en el cementerio nuevamente agradeció las muestras de afecto. Varios intentaron despedir el duelo, pero la versión de ‘Cuando un amigo se va’, con la solemnidad de una diana que interpretó Perico Ortiz expresó más que mil palabras.

Camino a su última morada, adonde ahora acompañará a sus inolvidables amigos  de antaño:

Cortijo, Pellín, Chivirico y Maelo. Foto del Nuevo Día

Los hijos Tommy Jr., Tammy y Norangelí no hallaban consuelo. Roberto Roena y su esposa Nieves lloraban con amargura. Paquita estaba más tranquila. Y Franci, la hija mayor, agradeció al pueblo y por última vez solicitó al personal de Ehret que abriera el ataúd. Besó tres veces el rostro frío y pálido de su padre. Le dijo cuánto lo amaba y lo volvió a besar. Tommy Jr. puso en sus manos dos rosas rojas y, con delicadeza, Tammy le quitó los espejuelos, los apretó contra su pecho y los guardó.

Cuando el féretro fue depositado en el panteón, a pasos de la última morada del Sonero Mayor, la multitud elevó al cielo un Padre Nuestro y los pleneros tocaron su belén. La gente se marchó caminando sobre las tumbas y la arena negra del camposanto donde yacen los restos de Cortijo, Pellín, Chivirico y Maelo.

Nadie lo dijo, pero es posible que a estas horas el bombazo aún resuene profundo en el panteón de Tommy Olivencia.

“Un belén para Cortijo/un belén para Ismael/un belén para Olivencia/como le gustaba a él”

Foto del Nuevo Día

 

Masa

Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
Y le dijo: «No mueras, te amo tanto!»
Pero el cadáver ¡ay! Siguió muriendo.
Se le acercaron dos y repitiéronle:
«No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!»
Pero el cadáver ¡ay! Siguió muriendo.
Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando: «Tanto amor, y no poder nada contra la muerte!»
Pero el cadáver ¡ay! Siguió muriendo.
Le rodearon millones de individuos,
Con un ruego común: «¡Quédate hermano!»
Pero el cadáver ¡ay! Siguió muriendo.
Entonces, todos los hombres de la tierra
Le rodearon; les vió el cadáver triste, emocionado;
incorporose lentamente,
si Abrazó al primer hombre; echóse a andar.

Cesar Vallejo (poeta peruano)

 

 

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