BOSQUEJO

SANTIAGO CERON

El sonero dominicano

Por Sergio Burstein

Artículo cedido a Herencia Latina por la Revista ¿Cómo? en LA.

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En casa de herrero, cuchara de palo. La frase parece aplicarse a la carrera de Santiago Cerón, un artista oriundo de República Domicana que no interpreta ni merengue, ni bachata, sino salsa. “Más bien son montuno, porque eso es lo que aprendí a hacer con el difunto Arsenio Rodríguez”, nos corrige el veterano cantante, que respondió las interrogantes de esta revista desde su estudio en la ciudad de Nueva York, a la que se trasladó cuando tenía sólo 22 años.

 
Pero es justamente el lugar de residencia el que puede poner en duda la pertinencia del proverbio con el que abrimos esta nota, porque el hogar de Cerón se ha encontrado desde hace mucho tiempo en la Gran Manzana, lugar en el que se puso por primera vez en contacto con el son, el montuno y el guaguancó, géneros que originalmente no eran de su predilección, sobre todo cuando vivía aún en su país de origen y formaba parte del Coro Nacional de Bellas Artes, luego de pasar por un esmerado entrenamiento académico de tenor lírico.


“Fui también cantante profesional de la radioemisora más grande de mi país, Radio y Televisión Dominicana, aunque hacía allí más bien música romántica, al estilo de esos compositores de antes, como el de la canción que decía: 'No puedo ser feliz…. no te puedo olvidar' ”, explica el artista, mientras entona a través de la línea telefónica una parte de la estrofa del tema popularizado por Bola de Nieve, para beneplácito de quienes reconocemos sus inmensas capacidades vocales.


“Eran los años 50, y lo que se escuchaba allá era La Sonora Matancera con Celia Cruz, aunque después llegaron los sones habaneros de Ignacio Piñeiro y Mario Hernández, y las canciones de los boleristas cubanos y mexicanos”, agrega. “En realidad, el merengue que sonaba entonces tenía un estilo distinto al actual; era mucho más lento, y se le conocía como 'apambichao'.”


Cerón asegura que la música afroantillana le empezó a gustar en Nueva York, porque el ir a los clubes le permitió escuchar a grandes orquestas como las de Tito Puente, Machito, Arsenio Rodríguez y Tito Rodríguez, y darse cuenta de que “ese ritmo atraía mucho”. Pero también es cierto que decidió tentar suerte en el género debido a su fallida incursión en los estilos que prefería. “Era muy difícil ingresar al círculo operático, porque no hablaba el inglés”, reconoce. “Y por el lado de la música popular que me gustaba, la cosa también era difícil, porque para llegar a ser un bolerista famoso había que ser un tipo blanco y buen mozo, y yo no soy uno de esos 'carita bonita' a los que les daban trabajo”.


Su ingreso al son parece haber sido un producto de las circunstancias, ya que empezó en 1964, cuando Arsenio Rodríguez lo vio cantando en un trío de boleros. “El y su hermano me dijeron que yo tenía voz para el montuno, y cuando les respondí que nunca había cantado eso, me aseguraron que me podían enseñar”, recuerda el vocalista. “Lo hicieron tan bien que grabé con ellos un par de elepés para Ansonia Records, entre el 65 y el 66; y aunque todavía quería ser bolerista romántico, empecé a cogerle amor a esto, tanto así que ahora el son me gusta tanto como el bolero”.


Si por un lado la destreza técnica del canto 'culto' le hizo posible abordar fácilmente géneros populares, Cerón recuerda en otro punto que ciertos modos del estilo clásico no le facilitaron las cosas. “A fines de los 60 me era difícil cantar son o merengue, sí, porque al inicio los interpretaba como tenor”, dice. “Poco a poco me fui adaptando y cambiando, aunque todavía me queda algo de ese estilo operático, sobre todo en el uso del vibratto. Eso me haría supuestamente cantar distinto, pero hay que recordar que éste era un recurso empleado ya por los antiguos soneros cubanos”.


Se sabe que cuando Rodríguez se fue a Los Angeles (ciudad en la que murió), Cerón no lo acompañó, aunque la historia podría haber sido distinta de no mediar la mano femenina. “Estaba en una Station Wagon con mi esposa, dispuesto a irme para allá, pero finalmente a la señora mía no le gustó la idea, por lo que decidí quedarme”, reconoce el sonero.


Al permanecer en la Gran Manzana, Cerón creó su propia orquesta en 1970, lanzando un primer disco solista que no funcionó. “No tuvo buena acogida, porque casi todos [los temas] eran boleros”, asegura. “Después fui invitado por Pete “El Conde” Rodríguez para ser corista de su agrupación; y aunque me molestó muchísimo pasar de ser vocalista principal a eso, lo hice para salir a todos los viajes que hacía su conjunto, porque con Arsenio sólo estuvimos alrededor de Estados Unidos”.


Dentro de todo, la oferta de Rodríguez rindió buenos frutos, porque Cerón fue contratado luego por el conocido Johnny Pacheco para integrarse a su Tumbao. “Allí ya éramos dos cantantes principales, Héctor Casanova y yo; él cantaba sus canciones y yo las mías”, comenta el entrevistado. “Estuve con ellos desde el 76 hasta el 80, pero no llegué a grabar nada allí, porque la Fania no me dio la oportunidad, pese a que Pacheco era su director. El siempre me decía que me esperara, que me iba a ser un elepé bonito, pero después se retiró, aunque regresó años después”.


Sin embargo, el gran momento de Cerón estaba por llegar, ya que fue justamente en 1980 cuando se editó por fin su disco solista “Tumbando puertas”, que se convirtió en un verdadero éxito. Y aunque el sonero no tiene ahora el reconocimiento de esas épocas, espera que el lanzamiento de su nueva placa, “Alacrán” (la número 35 de su trayectoria en solitario), a realizarse en las siguientes semanas, lo coloque nuevamente en el lugar privilegiado que ocupó hace dos décadas y que, entre otras ventajas, le permitió interpretar una canción en una escena de la taquillera película Fatal Attraction (1987), protagonizada por las superestrellas Michael Douglas y Glenn Close.


“Este nuevo disco tendrá básicamente sones bien antiguos, compuestos por el Sexteto Habanero, Ignacio Piñeiro, Machito y Tito Gómez, aunque también habrá un tema nuevo de un compositor y pianista que se llama Sonio Valle”, adelanta el intérprete, dando cuenta con ello de su interés en mantener una línea tradicional que resulta difícil de encontrar en los músicos de hoy en día.


Una característica instrumental que se va a mantener es la ausencia de timbal, herramienta percusiva que algunos consideran indispensable en la salsa. “Arsenio no lo usaba, y tampoco lo hacían “El Conde” y Pacheco”, asegura nuestro interlocutor, demostrando con ello las influencias ejercidas en su estilo por el arte de sus maestros. “En todos mis discos como solista, sólo puse timbal en uno, porque el dueño de la disquera quería que sonara con más fuerza. Por lo regular sólo empleo congas y bongó. Y es que creo que el güiro puede hacer lo mismo que lo que hace en esencia el timbal, a no ser que se ponga a repartir 'leñazos', algo que es demasiado ruido para mí”.


Fuera de la falta de timbal, lo que más destaca en el sonido de Cerón (que también recurre siempre al tres) es el trombón, presente de manera protagónica en muchas de sus grabaciones. “Eso no sé de dónde viene, porque ninguna de las agrupaciones en las que estuve antes tenía ese instrumento”, señala el cantante.


“Pacheco usaba dos trompetas y “El Conde” tres, pero nada de trombón. Yo, en cambio, tengo dos trompetas y un trombón. Me vino la idea… y así me quedó”.


Finalmente, este gran vocalista –que admira a cantantes de la talla de Gregorio Barrios, Fernando Fernández, Beny Moré, Tito Rodríguez, Andy Montañez y, sobre todo, Ismael Rivera, de quien dice “era lo mejor que había”– no manifiesta sentirse particularmente disgustado con la invasión de reggaetón que proviene actualmente de Puerto Rico y de su propio país, aunque guarda distancias con ella. “Dicen que son cantantes, pero no es así, porque eso es casi todo hablado”, explica. “Pero está de moda porque a la juventud le agrada, y hay que seguir con ellos hasta que se cansen de esto. No es que no me guste; me parece divertido verlos bailando. Pero, aunque ahora hay muchos artistas tradicionales que meten en sus discos un tema de reggaetón para la venta, yo no puedo cantar eso, ni sé cómo entrarle”.

 

Edición de aniversario

Octubre - noviembre de 2005.

 

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