Roberto Faz
En la faz de la música


Josefina Ortega
La Habana


En los años 60 sonaba mucho en la radio nacional y en todas las emisoras locales. Frecuentemente se anunciaban los llamados  “Mosaicos”, que numerados consecutivamente recogían —entre boleros, sones y guarachas— lo mejor de su producción musical. Desde entonces me aprendí la letra del bolero Nací para amarte —del Mosaico #I—, de tanto que se escuchaba en la radiodifusión. Solo sabía que los intérpretes eran músicos de una agrupación llamada Conjunto de Roberto Faz; luego los vi por primera vez en la televisión para un fin de año,  vestidos con motivos andaluces —no recuerdo qué tocaban— y que Faz era el señor blanco de los espejuelos oscuros.

El dengue del pollo, El dengue de la Caña, Tiquitiqui  y el Dengue en Fa fueron poco después también hit parade en la radio, en tiempos en que  llegaba arrollando la invasión del pop  español entre la juventud cubana.

Entonces, entre los pocos de “otra generación” que seguían gustando a la juventud estaba, además de  Pacho Alonso y Tito Gómez,  Roberto Faz, quien era ya quien era,  desde la época del Conjunto Casino.

¿Por qué Faz era seguido por buena parte de la juventud bailadora,  en tiempos en que muchos cantantes eran pasados “a retiro” —buenos y “segundones”— por el gusto musical de la época prodigiosa?

Como el Benny Moré, su formación musical no tenía nada de academia, pero tenía chispa y “una voz muy `sonera´, de timbre agudo bonito (…) con un sentido melódico tremendo”, aseguró un partner en lides musicales de entonces.

Y sobre todo un afán de cantar puesto de manifiesto cuando a los trece años comenzó  en el sexteto Champán Sport, agrupación patrocinada por la fábrica de refresco del mismo nombre, en  Guanabacoa y que bajo la dirección de un trompetista llamado Carlos Toledo,  llegaba a triunfar en un concurso de  “soneros” realizados en los terrenos del antiguo Havana Park.

Cierto es que su padre apoyó y potenció sus ansias de cantar, manifiestas desde pequeño —había nacido el 18 de septiembre de 1914—, y tanto, que entrando en la adolescencia andaba ya integrando aquella agrupación juvenil.

Dos años después,  según afirmaba el famoso trompeta Félix Chapotín,  el bisoño Faz andaba ya aprendiendo los secretos de la música popular cubana,  de manos del propio “Chapo”, mientras cantaba lo mismo que tocaba las maracas, el güiro o el contrabajo, en agrupaciones de adolescentes como Tropical o el Sexteto de Ricardo Cabaña.

Tenía ya la ventaja —según apunta el investigador Leonardo Depestre Catony— de que  lo absorbía  “todo, desde el son y la rumba hasta la música de origen africano de las comparsas”.

Y la aspiración de conseguir más calidad  se mantendría hasta la tarde del 26 de abril de 1966 en que falleció, dos días después de una presentación  en los carnavales de Guanabo, localidad a unos treinta kilómetros al este de La Habana.

El inicio en serio de la vida musical de Roberto Faz data de 1930, cuando andaba ya cantando con Ultramar, un sexteto organizado por su padre, y tiene una corta participación en la orquesta Copacabana, bajo la batuta del maestro Juan Suárez.

Pero era época en que el  “mambo estaba duro”, y tiene que ganarse de vez en vez los frijoles de  forma nada artística, como conductor de ómnibus o dependiente de bares y cafés.

Y entonces llega el año 1932 y Roberto Faz empieza como profesional en un desfile de grupos musicales como la Orquesta Continental, en el cabaret Hit;  en la charanga Habana,  con el compositor y contrabajista Estanislao Serviá, e incluso integra la popular Orquesta de los Hermanos Palau, en el no menos famoso y concurrido cabaret habanero Sans Souci.

El transcurso por diferentes  agrupaciones continuó por la Cosmopolita, la de Los Hermanos Le Batard, y la Orquesta de Osvaldo Estival —junto al entonces ya famoso Tito Gómez—, en el muy lujoso cabaret del Hotel Nacional, y en 1943, está en la nómina de Cubavana, habitual en las tardes y la noches del Zombie Club, cantando junto a Mario Recio y Alberto Ruiz, director del conjunto.  Con esta agrupación realiza sus primeras grabaciones comerciales con la RCA Víctor.

En mayo de 1944 entró en el Conjunto Casino, comandado por Roberto Espí, y un año después andaba grabando boleros como solista del mismo conjunto y realizando varias giras por toda Cuba, por el Caribe y México.

 Con Espí y Agustín Ribot formó una tríada de voces que tuvo gran aceptación del público, y tanto  que sus más fervientes seguidores consideraban esos días como la consagración de Faz como el “sonero mayor”,  en un país de no pocos “soneros mayores”.

Cuando el 16 enero de 1956 funda su propio conjunto, estaba dando curso al resultado de largos años de preparación; fueron once músicos: cuatro trompetas,  un bajo, un piano,  bongoes, tumbadora y tres cantantes.

El debut fue el 4 de febrero, en el liceo de Regla. El conjunto entró rápidamente en el gusto de los bailadores por su “forma asentada de tocar, por la calidad de los intérpretes, y la cubanía de sus ritmos”, diría Fernando Álvarez.

El repertorio que Faz asumía, incluía lo mismo guarachas como “El viejo verde”; boleros como “Quiéreme y verás”; danzonetes como “Rompiendo la rutina”, o temas de  Adolfo Guzmán o Bola de Nieve.

A partir de ahí Roberto Faz entraría en su sitial propio en la música popular cubana.

 Al morir Faz  aquella tarde de abril,  otro músico cubano famoso, nada menos que Pacho Alonso, aseguró que era “uno de los cantantes más completos del género popular”.