El Embate Palmeriano Sacudió Estambul

 

 

El Jazz Sextet de Eddie Palmieri en el Club Babylon de Estambul, Turquía.

Eddie Palmieri (piano), Luques Curtis (bajo), Philip Dizak (trompeta), José Claussell (timbal), Louis Fouché (saxo tenor) y el “Pequeño Johnny” Rivero (congas)

 

Por. Ian J. Seda-Irizarry

Miembro Fundador

Estambul -Turquía

Fotos de Ian Seda

 

 

Desde comienzos de enero del presente año, mi esposa Ilgin y yo nos encontramos radicados en Estambul trabajando en nuestras respectivas disertaciones doctorales. Ella está realizando su estudio de campo sobre el pueblo de Gazi y la intersección de varios movimientos de izquierda suprimidos por el estado turco, mientras que yo trato de escribir una disertación sobre la economía política de la producción cultural, con una sección dedicada a la explotación de los músicos en la Salsa.

 

Se podrán imaginar que el proceso de escuchar música es vital a la hora de encontrar motivación para poder escribir páginas que muchas veces contribuyen a la depresión y que en más de una ocasión han provocado hacerme la siguiente pregunta: ¿¡para qué carajos estoy haciendo esto!?

 

En ese proceso de tortura ―para eso es que sirve la academia― y búsqueda de motivación es que mi compañera ha sido bombardeada por la música que me alienta. ¡Y es que la música fue una de las cosas que nos unió desde el comienzo!

 

El que lea estas líneas tiene que comprender que Turquía (mi compañera es turca) es un paraíso de riqueza musical con Estambul como centro de confluencias culturales. En el año 2005 el director Fatih Akin produjo una cinta llamada Crossing the Bridge: The Sound of Istanbul que provee parte del sabor de las dinámicas musicales que se cocinan en esa ciudad mágica que fuera capital de los imperios romano y otomano. Y pues, no es difícil imaginarse cómo el bagaje musical de mi compañera es compatible con mis gustos, basados mayormente en la música que se desarrolló en otra ciudad que sirvió de centro para la intersección de innumerables influencias; la ciudad de Nueva York.

 

Hace un par de semanas, mientras veía unos videos de Salsa en youtube ―una de mis adicciones―, le comentaba a Ilgin que no podía esperar la oportunidad para llevarla a un concierto en vivo de Eddie Palmieri, al que no había visto tocar desde abril del 2005 cuando su concierto “Mi Día Bonito”, realizado en el Coliseo Rubén Rodríguez de Bayamón, se convirtió en la mejor presentación a la que he asistido en mi vida.

 

En esos mismos días ella hablaba de llevarme a un club llamado Babylon en el sector de Taksim en Estambul, un club pequeño que en años anteriores había traído a todo tipo de artistas. Y pues, ¡la gran casualidad se dio! Mientras ella buscaba a ver qué espectáculos musicales se iban a dar en ese club yo entré a la página de Palmieri y me puse en qué partes del mundo iba a tocar el hombre de la barba. Y ahí, frente a mí en el monitor, estaba la lista de fechas de sus presentaciones. Voy leyendo y veo que recientemente Eddie se había presentado en el SOBs de NY , y mientras voy bajando en la lista empiezan las menciones de las presentaciones en Francia, Italia, Turquía...............¡Turquía!

 

¡Voy a las fechas y veo que literalmente está a menos de dos semanas el concierto!

 

Inmediatamente le digo a Ilgin que Palmieri viene a Turquía pero mi alegría se ve detenida casi al mismo tiempo al darme cuenta de que cabe la posibilidad de que las fechas del concierto conflijan con nuestra visita a la isla de Chipre para renovar mi visa ―uno sólo puede estar en Turquía por 90 días antes de que el bendito estado de Mustafa Kemal Ataturk te saque a patadas. Rápido confirmamos que no había problema con eso e Ilgin me pregunta por el local donde se va a llevar acabo la tan anhelada noche. Ya se imaginarán la mirada que nos cruzamos cuando vi y le dije que era en el Club Babylon de Taksim y no en el de la película Scarface donde Al Pacino le tumba la jeva (Michelle Pfeiffer) a su jefe y luego se tiene que entrar a tiros con unos avezados sicarios.

 

 

El Jazz Sextet de Eddie Palmieri en el Club Babylon de Estambul, Turquía.

 

 

Eddie Palmieri iba a estar dos noches seguidas, el 20 y 21 de abril, con su Jazz Sextet en un club al que ya había visitado en el pasado y al que volvía como parte de una gira que lo había llevado por Francia e Italia, y que una vez concluídas sus presentaciones en Turquía, lo iba a llevar por Suiza, Austria, Alemania e Inglaterra. La gira busca presentar varios temas inéditos de su repertorio de jazz.

 

Se podrán imaginar que la ansiedad por ver a Eddie con su grupo me tenía loco, especialmente cuando estábamos en la hermosa Chipre visitando ruinas y bebiendo cerveza. Pero finalmente llegó la tan anhelada noche y a las 9:30pm nos encontrábamos al frente de la barra en el segundo piso del pequeño local. En lo personal nunca había visto a Palmieri en un ambiente tan íntimo. Las 5 o 6 presentaciones de esta leyenda a las que había atendido en el pasado se habían dado en coliseos, estadios, anfiteatros y plazas públicas. Era imposible no extrapolar los pensamientos al pasado no vivido e imaginarse a Eddie en la década de los 60 y 70 manifestándose en clubes como El Corso, El Caborrojeño, el 3 &1 y otros.

 

Para esta gira, el sexteto de Eddie estaba conformado por el capitán del ritmo, el Sr. José Claussell (timbal), el “Pequeño Johnny” Rivero (congas), Luques Curtis (bajo), Philip Dizak (trompeta) y Louis Fouché (saxo tenor). Desde el comienzo le dije a Ilgin que aunque el show la iba a dejar boquiabierta, comoquiera le debía la presentación salsera del Sol de la Música Latina. En esta ocasión la salsa hubiese estado un poco fuera de lugar dado la presencia de mesas con velas al frente de la tarima, artefactos que se hubiesen atravesado en el medio de lo que es la experiencia Palmeriana de las moñas de trompetas, trombones y saxo, que gritan por encima de la rabiosa percusión en lo que es la constitución de una relación dialéctica que simple y llanamente lleva al orgasmo.

 

Esa noche no íbamos a tener orgasmos salseros pero sí jazzísticos. La introducción del grupo fue llevado a cabo en turco por un fervoroso seguidor de Palmieri en ese lado del mundo. Ilgin me traducía simultáneamente las palabras de aquel individuo que le explicaba al público que este tipo de jazz que iban a presenciar era muy diferente al que ellos estaban acostumbrados. El riesgo, la energía y la improvisación eran los atributos que el presentador turco le atribuía al maremoto musical que se aproximaba. Por último, habló de lo difícil que es acercarse al maestro Palmieri dado lo proyectiva que es su esposa, caracterización que experimenté de primera mano hace varios años en un festival de Jazz en el pueblo de Carolina en Puerto Rico.

 

Finalmente los músicos ocuparon sus lugares ante el aplauso de un público que en mis ojos simplemente no tenían idea de lo que venía. Pero claro, yo estaba generalizando de manera equivocada. Al terminar Palmieri sus agradecimientos al público, mi grito irreverente de ¡Arriba Puerto Rico Coño! (soy internacionalista pero en ese momento en tierras lejanas se me salió el nacionalismo de manera frenética), provocó una reacción explosiva de gritos y aplausos en una esquina por un contingente de hermanos colombianos  De inmediato nos identificamos con las miradas y las sonrisas mientras Eddie hablaba en español celebrando no sólo mi grito hacia Puerto Rico, también a Colombia y otros países de América Latina como Venezuela, Bolivia y Panamá.

 

Y ahí comenzó todo. Como de costumbre, Eddie acarició las teclas en una introducción que ocultaba la violencia con que eventualmente atacaría al piano ―desafortunadamente eléctrico. Al cabo de un minuto de reflejar la coherencia loca que tenía en la cabeza, dio el conteo e irrumpieron los otros jinetes en una caliente versión de “Picadillo”. Se notaba en la cara de todos que el viaje Palmeriano les ocupaba un sitio especial en sus almas musicales. Clausell cascareaba con los ojos cerrados y le añadía detalles a su acompañamiento que reflejaban su conexión íntima con el Palmieri que lo invitó a tocar por primera vez en el año 1989 ―primero en el bongó y luego en la paila―, sustituyendo así al capitán original del ritmo, el recientemente fenecido Charlie “El Pirata” Cotto.

 

El Pequeño Johnny estuvo toda la noche sonriendo mientras jugaba con esos cueros que siempre han tenido una libertad especial en las distintas orquestas y épocas de Palmieri. El tumbao de sus congas se beneficiaba del tremendo sistema de sonido y acústica del local. El desarrollo de sus solos evidenciaba la máxima de que los cueros son para ponerlos a hablar. Al final de los números, el Pequeño Johnny y Claussell unían sus puños celebrando la peste percusiva que habían dejado en el escenario.

 

Luques Curtis es uno al que mis ojos siguieron de cerca desde el principio dado que la comunicación entre él y Palmieri era una que denotaba respeto e insaciables ganas de aprender. Era evidente el asombro del maestro ante el talento de Curtis en su elegante bajo. De vez en cuando Palmieri    inclinaba su cabeza hacia Curtis con una sonrisa como insinuándole que siguiera el hilo de las variaciones en el ritmo del acompañamiento que había ideado en vez de regresar al ritmo básico. La creatividad del “discípulo de Andy González”, y que ha sido reconocida por músicos de la talla como Dave Valentín y Ralph Peterson, no podía encajar mejor en ese sistema abierto.

 

La sección de metales es una que me tenía interesado porque sencillamente no los conocía. Mi decepción al no ver a Bryan Lynch en la trompeta fue más que compensada Philip Dizak. Este graduando de interpretación de trompeta de jazz de la Manhattan School of Music sólo tiene 26 años y se perfila como uno de los grandes en este género. Su manejo del instrumento y la pasión con que articula sus sentimientos fueron bien recibidos por el público. En su rostro se notaba un inmenso respeto por la música del maestro y en su ejecución notamos un estilo dificil de ubicar, lo que en mi parecer refleja un sin número de influencias manifestándose en un estilo propio.

 

Por último, Louis Fouché en el saxo tenor lo que tenía eran pistones por pulmones. Su dominio del registro musical quedó evidenciado en solos extendidos dónde la percusión reaccionaba a sus gemidos, y sus gemidos a su vez reaccionaban al acompañamiento percusivo. El público no dudó en ovacionarlo en sus intervenciones, varias de las cuales terminaron en intercambios con Dizak.

 

En fin, fue una noche exquisita que terminó con la versión de La Libertad/Comparsa del disco “Sueño” donde todos los músicos contribuyeron con la implosión de un club que tuvo la suerte de no ver la manifestación Palmeriana con todos los motores corriendo ―entiéndase con la orquesta de salsa con trombones.  Eso sí, Palmieri dijo que esperan lograr traer la orquesta completa en un futuro cercano así que no sabemos que le depara el futuro a Babylon.

 

José Claussell e Ian Seda en las afueras del Club Babylon en Estambul, Turquía

 

Terminado el evento, mi esposa y yo bajamos las escaleras hacia la salida con pocas esperanzas de ver a Eddie Palmieri. Y pues, así fue. Nuevamente no pude hablar con el hombre de la barba. Pero sí pudimos hablar un rato con José Claussell, quien salió del negocio a fumarse unos cigarrillos y de inmediato se vio accedido por éste quien les escribe. José nos informó de su proyecto Rebel Tumbao y su interés por mi trabajo sobre la explotación de los músicos. Espero en un futuro cercano poder entrevistarlo al respecto y quién sabe, tal vez me conecte con el Mesías mismo.

 

Pocos minutos después llegaron los amigos colombianos, que estaban hablando con Curtis, con unas amistades turcas. Ahí nos enteramos que uno de los colombianos es líder de un grupo llamado Descarga que toca todos los lunes y miércoles en otro local en el mismo sector de Taksim llamado Cuba Bar.  El mismo está mayormente compuesto por músicos turcos así que ya les contaré.

 

 

 

 

 

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