Las varias vidas del señor Quincy Jones

 

 

 

Por. Fernando Navarro

Tomado del Pais.com

Comíamos ratas porque mi abuela sabía cómo cocinarlas. Pero, sobre todo, comíamos ratas porque era lo único que había para comer". Este testimonio de su infancia en una familia pobre del Southside de Chicago, la ciudad donde nació hace 78 años, se puede leer en el primer párrafo de Q: The autobiography of Quincy Jones. Un libro en el que Jones, que debutó como trompetista, confiesa que el bebop era su Dios y, su ídolo, Dizzy Gillespie.

"Empecé a escuchar música con doce o trece años cuando el bebop estaba arrancando. Entonces vivía en la Costa Oeste y no lo tenía cerca, pero llegó a Seattle y me enamoré completamente. Estaba fascinado por aquel concepto revolucionario. No paré hasta conseguir una beca para estudiar en Boston y, ya en Nueva York, comenzar a trabajar con Lionel Hampton y a viajar por el mundo".

Asegura haber aprendido de todos los grandes músicos con los que ha tocado: desde Miles Davis y Clark Terry hasta Count Basie o Ray Charles. "Cosas que jamás se olvidan". El saxofonista Ben Webster le dio un consejo: "Quincy, déjame decirte algo muy importante. Allá donde vayas escucha la música que escucha la gente del lugar, come la comida que comen, y aprende treinta o cuarenta palabras de su idioma. Le hice caso y he aprendido palabras en serbocroata, turco, sueco, ruso... En español sé decir 'sácate la colita' (sic) ¡qué le voy a hacer!", dice riendo. "Uno de los sentimientos más increíbles es sentirse en casa en cualquier lugar".

 

 

Arreglos para Frank Sinatra, Ray Charles o Celine Dion, discos para George Benson o Patti Austin -ahijada de Dinah Washington, con la que también trabajó-, bandas sonoras para películas como El prestamista, de Sidney Lumet; A sangre fría, basada en el libro de Truman Capote y dirigida por Richard Brooks, o El color púrpura, que dirigió Steven Spielberg, y de la que Quincy Jones fue uno de los productores. También produjo El príncipe de Bel Air y compuso la música de Ironside y la cabecera para El show de Bill Cosby. 79 nominaciones a los premios Grammy -ganó 27-, siete a los Oscar, el Emmy por la música de la serie Raíces, doctorados de varias universidades y condecoraciones como la Legión de Honor de la República Francesa, el Polar Music de la Real Academia Sueca o la National Medal of Arts del Congreso de Estados Unidos recibida de manos del presidente Obama.

La revista Time Magazine le eligió entre los músicos de jazz más influyentes del siglo XX. Salta al otro lado de la línea telefónica cuando se le pregunta si los críticos y aficionados al jazz le reprocharon haberlo dejado de lado con el fin de dedicarse a la música pop. "No, no, no... Yo tocaba pop en restaurantes o clubes de tenis. Y luego nos cambiábamos de uniforme para tocar en locales de streaptease. rhythm and blues, blues, jazz, funk, música clásica y todo lo que la gente pueda imaginar. Y en fiestas benéficas, bar mitzvahs ¡Toda la vida! ¡Desde 1946! Mi expresión favorita es 'si no te has ido nunca no tienes por qué volver", dice riendo. "Volver da mucho trabajo".

Entre 1979 y 1989, produjo Off the wall, Thriller y Bad. "Conocí a Michael Jackson cuando él tenía 12 años y yo ya estaba en los cincuenta", explica. "Puedes imaginarte cómo era grabar con Michael. Dejábamos el estudio casi en penumbra y él se ponía a bailar mientras cantaba... Lo más importante al trabajar con un artista es tener amor, respeto y confianza. La confianza es esencial en ambas direcciones. Los grandes como Sinatra descubren muy rápidamente que no sabes lo que estás haciendo". Thriller es el disco más vendido de todos los tiempos. Y tal como anda la industria discográfica no parece probable que alguien pueda desbancarlo. Quincy Jones también tiene el récord de ventas de una canción con <<We are the world>>, una grabación colectiva con Bruce Springsteen, Stevie Wonder, Bob Dylan, Paul Simon... que produjo en 1985 para recaudar fondos contra la hambruna en Etiopía.

En Rabat, hace unas semanas, Quincy Jones ha grabado otra canción con fines benéficos. Se trata de Bokra, versión árabe de «Tomorrow (A better you, a better me)». «Para mí ha sido un sueño especialmente por lo que está sucediendo en algunos países del norte de África y Oriente Próximo. Hay revoluciones por todas partes. Así que fuimos a Marruecos y grabamos con algunos de los principales cantantes del mundo árabe. Y es una de las cosas más fascinantes que he tenido la suerte de poder vivir. Ver su emoción, su energía, su espiritualidad.»

"El fin: ayudar a la financiación de becas artísticas y culturales para niños de todos esos países. "Probablemente esté listo para el mes de noviembre. Ojalá sirva de estímulo para la unidad y un futuro mejor. Tú lo haces con el corazón y esperas que funcione, pero nunca sabes lo que va a suceder".

A Mister Q le han recibido Juan Pablo II, Nelson Mandela y Clinton. Bono, de U2, le llama profesor y comenta que nadie ha vivido tantas épocas musicales haciendo música en todas ellas. Medio siglo dejando huella en la cultura de su país desde esa música afroamericana de la que dijo en cierta ocasión que era como el Renacimiento: nadie puede detenerla ni resistirse a su influjo. Y no sólo se refería a la tradición estadounidense, también a la brasileña, la caribeña y todas las músicas de raíz africana. "Son diferentes colores de la misma música. Un alto nivel melódico y los ritmos más sofisticados. Material poderoso", proclama. "Viajo a Brasil casi todos los años desde hace 54. ¡Dios mío! la música que se hace allí, y la de Cuba, son las mejores. Lirismo y ritmos africanos. Con las mismas 12 notas desde hace 500 años. Nadia Boulanger me dijo: 'Quincy, aprende lo que otros han hecho con 12 notas hasta que cumplas los 30".

A finales de los años cincuenta, estudió en París con la condiscípula de Ravel y maestra de Leonard Bernstein, Aaron Copland o Piazzolla. Boulanger le espetó: "Tu música será lo que tú seas como ser humano". "Recuerdo todas sus palabras: la melodía es la reina, y cuantas más reglas le pongas a tu composición más libre vas a ser aunque parezca una contradicción. Y es cierto. El jazz es libre y, aun así, tiene una estructura organizada".

Mientras estudiaba en Francia lo contrató la discográfica Barclay. "La combinación perfecta. Todo el día con una orquesta de 55 músicos a mi disposición para trabajar con grandes artistas como Henri Salvador, Jacques Brel, Aznavour... Tenía a Stéphane Grappelli al violín, Kenny Clarke tocando la batería, Don Byas al saxo... Como estar en el paraíso", dice. Se emociona al hablar del fallecido Henri Salvador: "Henri era un hermano para mí. Un cómico enorme y un gran cantante". Salvador tenía que participar en la película que Quincy Jones tiene previsto rodar en Brasil. "El año que viene, en marzo, durante el carnaval, con músicos de jazz y blues de Nueva Orleans y de Misisipi, y brasileños. La recaudación será para las favelas y los damnificados del Katrina. Un proyecto que me entusiasma". La dirige William Friedkin -El exorcista, French connection-, con quien ya trabajó en 1960.

Quincy Jones & The Global Gumbo All Stars sólo darán dos conciertos en Europa este verano: Montreux y Peralada. Dos momentos únicos porque varían los músicos. En Peralada, con él como maestro de ceremonias y su protegido, el cubano Alfredo Rodríguez "el mejor pianista del planeta" ejerciendo de director musical, estarán la pianista y compositora de 19 años Emily Bear, los contrabajistas Esperanza Spalding y Peter Slavov, el guitarrista nacido en Benin Lionel Loueke, el batería cubano Francisco Mela, el palestino Ali Amr, qanun y voz, y el húngaro-iraquí Omar Bashir, laúd árabe. Como invitados especiales, el ex-Ketama Antonio Carmona y Andrea Motis, una adolescente catalana que canta y toca trompeta y saxo. "Todos músicos increíbles. ¡Y tan jóvenes! Siempre intento ser auténtico en este negocio. Y nunca he perdido mis raíces musicales. De eso trata el Global Gumbo Ensemble". El nombre de gumbo viene de Nueva Orleans, de un popular plato de la cocina criolla, "que tiene de todo: vegetales, almejas, ostras, cebollas... Ingredientes diversos que funcionan bien juntos. Igual que estos músicos que hacen cosas diferentes y que, al juntarse, también sale algo bueno".

 

Alfredo Rodríguez con su mentor Quincy Jones

 

Es de los que cree que la música y las artes son una gran baza, un activo importante, para tender puentes entre las personas y las culturas. "No es que lo piense, es que lo sé", asegura. "Curiosamente, somos el único país que no tiene ministerio de cultura a pesar de que toda la gente toca música estadounidense".

Además de compositor, arreglista, productor y director de orquesta, es empresario. Jones ha comprado cadenas de televisión, y fundado emisoras de radio, sellos discográficos y una revista como Vibe. "Cuando tenía 26 años vine a Europa al frente de una orquesta de 18 músicos. Estuvimos de gira diez meses y me patearon el culo", exclama riendo. "Cuando volvimos a Estados Unidos, Irving Green me dijo: 'Sabes de música, amigo, pero no tienes ni idea del negocio'. Y me nombró vicepresidente de discos Mercury. También fui vicepresidente de discos Philips. Puede parecer una tontería lo que voy a decir, pero siempre me ha funcionado. Veo los negocios y la política con mi experiencia de orquestador. Como si hubiera cuatro trompetas, cuatro trombones, cinco saxos, batería, bajo, piano y guitarra o, como una orquesta sinfónica, con metales, vientos, cuerda y percusión. Cada instrumento haciendo algo distinto, pero sonando todos juntos".

Su insistencia obró el milagro: su amigo Miles Davis, el hombre que nunca quiso mirar hacia atrás, aceptó volver a tocar los arreglos que Gil Evans escribió en los cincuenta para los discos Miles ahead, Porgy and Bess y Sketches of Spain. En el Festival de Jazz de Montreux. "Una noche inolvidable", dice Quincy Jones, que dirigió en la pequeña ciudad suiza al borde del lago Leman las orquestas de George Gruntz y del fallecido Evans. Cincuenta músicos en el escenario del viejo Casino de Montreux. Con Miles llevando gafas para leer las partituras. Era el 8 de julio de 1991. Dos meses después, el trompetista fallecía en California.

"En estos sesenta años de viajar por el mundo he podido ver el efecto que produce la televisión. Hace unos años le pregunté a Mijaíl Barishnikov por qué había desertado de la Unión Soviética justo antes de la perestroika y me contó que porque había visto en televisión al ballet de Roland Petit y se dijo que él también podía hacerlo. Lo que está sucediendo en Oriente Próximo sólo podía pasar a través de la comunicación. Antes la gente no sabía cómo vivían los otros. Ahora viajas a Shanghái y ves a todo el mundo con dos teléfonos móviles y ordenador. El proceso ha sido asombrosamente rápido y ha cambiado nuestra civilización", dice. "Yo he vivido dos cosas, desde el punto de vista tecnológico, que han supuesto un cambio sustancial para la música. Los primeros sintetizadores y el bajo eléctrico Fender sin el cual no habrían existido ni el rock and roll ni Motown".

 

 

Quincy Jones, que confiesa que su artista española favorita es Carmen Amaya, ha grabado varios discos con decenas de invitados de lujo: en 1989, Back on the block con Ella Fitzgerald, Sarah Vaughan, Bobby McFerrin, Miles Davis, Gillespie, Hancock... ; en 1995, Q's jook joint con Stevie Wonder, Ray Charles, Nancy Wilson, Phil Collins, Marlon Brando, Shaquille O'Neal... y, en 2010, su primer disco en quince años, Q: Soul bossa nostra con Amy Winehouse, Wyclef Jean, John Legend... "Para el año próximo tengo previsto uno con Tony Bennett, Stevie Wonder, Snoop Dogg, Joe Pesci... Me encanta trabajar con otra gente. Mandela me enseñó una palabra bantú, ubuntu, que significa que lo colectivo es esencial para el individuo. Y me gusta mucho ese concepto", afirma el señor Q, que parece haber vivido más vidas que cualquier otra persona. "Lo sé", dice rápidamente, "pero ¿sabes una cosa? Tengo otras veinte en camino".

 

 

The Alfredo Rodriguez Trio opens for McCoy Tyner at the Blue Note

 

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