Jazz en NUEVA YORK
Por Mariana Reyes Angleró l
A las ocho de la mañana de un martes de primavera, la estación de tren de la calle 59 está repleta de gente. Gente enchaquetada que lleva el Wall Street Journal en la mano, estudiantes enganchados de sus iPods camino a la escuela, trabajadores comunes y corrientes que se toman el primer café de la mañana en lo que esperan por el tren como todos los días. Desde una esquina de la estación emergen las notas de un trío de jazz que siempre se para en el mismo lugar. Los músicos subterráneos son parte del programa Music Under New York del sistema de transporte colectivo.
Desde la década de 1950, la zona de la calle 52 y Broadway se consagró como la meca del jazz. En aquella época, Charlie Parker cruzaba la avenida para seguir en otro club la descarga comenzada en el Birdland. El legendario centro nocturno, donde Parker tocó en público por última vez en marzo de 1955, se llama Birdland como homenaje al gran saxofonista conocido entre sus amigos como “Yardbird”. El club, que se mudó a la calle 44, sigue siendo un punto ineludible para los amantes del género. Los domingos presentan al Big Band de Chico O’Farrill, dirigido por su hijo, Arturo. Por lo regular, artistas que van de lo tradicional a lo moderno desfilan por su tarima. Del 19 al 21 de abril presentarán 1000 Beautiful Things, con Janis Siegel, Steve Haas y los boricuas Ricky Rodríguez en el bajo y Edsel Gómez en el piano.
“No hay ninguna ciudad que se compare a Nueva York a nivel de la cantidad de músicos tocando al mismo tiempo”, dijo el saxofonista puertorriqueño Miguel Zenón. Después de haber viajado medio mundo tocando en diferentes tarimas, el jazzista se reafirma en que Nueva York es la capital del jazz.
Esa energía de gran ciudad fue la misma que embrujó a Louis Armstrong. Ni la fama ni el dinero lograron que el trompetista se mudara de la casa que habitó durante los últimos treinta años de su vida en Corona, Queens, un barrio que solía ser italiano y ahora está poblado mayormente por latinoamericanos y asiáticos. Allí está la casa, ahora convertida en museo, donde vivió Armstrong con su esposa, Lucille.
David Sánchez. Foto de ©Carlos Haddock.
música en vivo
“En Nueva York uno siempre está metido en la música”, dice Zenón, “cuando no estás haciendo nada te vas a otros sitios a ver lo que está pasando”. Según el músico santurcino, el Zinc Bar y Jazz Gallery, ambos en el Village, son dos de los lugares más frecuentados por los músicos en su tiempo libre. Son espacios informales en los que puede escucharse buen jazz todos los días a precios módicos. 55 Bar es otro de los espacios preferidos por los jazzistas que residen en Nueva York. El club presenta intérpretes que se dedican a las versiones más experimentales del género, incluyendo, en ocasiones, música electrónica y fusiones.
Durante mucho tiempo Smalls fue el templo indiscutible de los nuevos talentos en el género. El pequeño rincón del Village estaba varios escalones bajo el nivel de la calle 10. Músicos de todas partes llenaban diez horas diarias de música continua. Desde las 10:00 p.m. hasta las 8:00 a.m. No había barra, los clientes llevaban lo que querían tomar.
“El primer sitio donde toqué cuando llegué a vivir aquí fue Smalls”, dijo Zenón. Y es que, según Mark Lomanno, de Big Apple Jazz, “por cada sitio grande de jazz en Nueva York, hay dos pequeños y son igual de importantes”. Después de una temporada cerrado, Smalls reabrió, ahora con barra y sólo hasta las 5:00 a.m. El dueño original del lugar, Mitchell Borden, se mudó a un espacio cercano, Fat Cat, en Christopher Street.
Fue en Nueva York que Charlie Parker y el trompetista Dizzy Gillespie revolucionaron el género con la creación del bebop, un movimiento que nació entre los clubes de la 52 y Harlem. Hace dos meses abrió en Harlem, Big Apple Jazz, un café en el que presentan música en vivo todas las tardes, casi siempre interpretada por jóvenes de ese mismo barrio. Además, allí puede conseguir libros de jazz y discos de conciertos en vivo en Nueva York.
Visitas guiadas
Big Apple Jazz ofrece un servicio de visitas guiadas a los distintos clubes de la ciudad, desde el Village hasta Harlem. El tour -a pie o en tren- varía de acuerdo con el estilo de jazz que los clientes quieran escuchar o los lugares que quieran visitar.
El Lenox Lounge es uno de los espacios más conocidos de Harlem. Inaugurado en 1939, era centro de reunión de los personajes que protagonizaron el renacimiento del barrio negro. Los escritores Langston Hughes y James Baldwin eran asiduos del negocio, decorado al estilo Art Deco, y vieron por allí alguna vez al líder afroamericano Malcolm X. Miles Davis y John Coltrane pasaron por la tarima del Lounge, que fue remodelado en 1999.
El club más emblemático es el Village Vanguard, que lleva 70 años abierto y se han grabado allí algunos de los clásicos del género. “No se ve moderno, se ve viejo, tiene esa aura del jazz”, dice Zenón sobre el primer club de jazz que visitó en la ciudad, “allí la gente no busca una noche de jangueo, va a escuchar”. A Night at the Vanguard, de Sonny Rollins, en 1957, fue el primero de los discos grabados en el espacio cuya estructura triangular crea una acústica natural casi perfecta. Zenón, que ha tocado varias veces allí, asegura que los amantes del jazz no deben dejar de visitarlo.
El Blue Note es uno de los clubes más famosos del mundo. No tiene una larga historia que contar, pero allí siempre encontrará a los mejores exponentes del género. Además, si despierta un domingo con hambre puede disfrutar de su brunch con jazz.
En Iridium escuchará Straight ahead jazz la mayor parte del tiempo. Seis días a la semana presentan artistas internacionales reconocidos. Los domingos presentan música gospel para acompañar el brunch.
Desde hace unos años se impone en Columbus Circle frente al Parque Central, un edificio que le sirve de sede al Jazz at Lincoln Center, primer espacio en el mundo creado específicamente para el jazz, dirigido por el trompetista Wynton Marsalis. “El proyecto le ha inyectado nueva vida al género”, dijo Lomanno, “además es un lugar impresionante”. Dos de las salas tienen como pared de fondo cristales gigantescos con una vista espectacular a la ciudad. En el club Dizzy’s hay jazz los 365 días del año.
El jazz latino también se les adjudica a los juntes musicales que Nueva York hace posibles. Los puertorriqueños que han marcado la pauta de ese movimiento: Tito Puente, Ray Barretto, Ray Santos, Eddie Palmieri, David Sánchez, todos han tenido a esa ciudad como sede. Miguel Zenón, cuya grabación más reciente, Jíbaro, lleva unos meses en el mercado, también reside en Nueva York. Los trombonistas Papo Vázquez y William Cepeda llevan décadas con la ciudad como punto de partida. Desde El Bronx, el pianista Desmar Guevara lanzó su proyecto “Taller Sicá”. El gran bajista Eddie Gómez ha salido desde allí al mundo con el grupo de Bill Evans.
“Nueva York lleva prácticamente cien años siendo el centro del jazz”, dijo Lomanno, que además de ser un estudioso del jazz latino también es pianista. “Como muchos otros músicos yo me mudé a Nueva York porque es el lugar donde sucede todo”.
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