michel camilo

 

 

 

Maestro de la reinvención

Su historia musical está llena de aciertos, gracias a la capacidad artística que cultiva desde sus primeros años.

 

Por Mariana Reyes Angleró

Tomado del periódico El Nuevo Día

Los tíos de Michel Camilo eran músicos, sus abuelos estaban emparentados con Juan Morell Campos y, básicamente, aprendió a hablar música antes que español. Cuenta la leyenda que siendo aún un infante tarareó una melodía a la cual la madre bautizó como ‘La luz de tus ojos’.

“La primera pieza que saqué de oído, a los cuatro años, fue ‘Noche de Paz’ ”, melodía que tocaba con el acordeón que le regalaron esa Navidad.

Estudió piano clásico. Ingresó, siendo aún adolescente, a las filas de la Orquesta Sinfónica Nacional de su natal República Dominicana. Una serie de eventos fortuitos lo lleva a donde está ahora (ganador de premios Grammy, Grammy Latino y Emmy, con 18 discos como líder). Primero se encontró con el jazz. Una pieza de “Art Tatum” lo cautivó.

“Me enamoré de ese género”, dice sonreído y con cara de que aún le queda cierto asombro por ese sonido que redefinió su vida. “Componer al instante, eso es lo que es la improvisación en el jazz”. Se acercó a los coleccionistas de jazz y escuchaba un programa de radio que emitían los lunes.

Armó un trío que tocaba los jueves en La Carreta, un bar en la zona colonial frecuentado por artistas. “Era un gran logro tocar jazz, porque en el 1965 los Marines nos invadieron y había mucho antiamericanismo”, cuenta sobre esos primeros pasos del jazz dominicano.

Una noche lo invitaron a tocar en una fiesta que le ofrecieron al big band de la Universidad de Harvard, de visita en la isla. El director de la orquesta le dijo a Camilo que debería estar en Nueva York o estudiando música en Berkeley en Boston. No tenía dinero para ninguna de las dos cosas. “Mandé a buscar un curso por correspondencia en teoría del jazz. Eran armonías, arreglos, enviabas tu tarea, por correo también, ese fue el primer turning point”.

 

 

A ese le siguieron otros momentos clave. La segunda llamada a Nueva York se la dio el percusionista Gordon Gottlieb, decano de percusión de la escuela de música Julliard. En ese viaje visitó clubes de jazz y conoció al saxofonista dominicano Mario Rivera , que tocaba en las orquestas de Tito Puente y George Coleman.

“Me adoptó como ahijado. Me llevó a The Gallery en Harlem, donde los lunes se tocaba desde las 11:30 de la noche hasta las 4:00 de la mañana”.

Por allí pasaban los boricuas Jerry y Andy González, y Hilton Ruiz. Al poco tiempo, Camilo y su esposa, Sandra, hicieron un plan de cinco años. Si al cabo del lustro la carrera neoyorquina no cuajaba, regresaban a Santo Domingo, donde le esperaba su puesto en la Sinfónica. Todavía viven en Nueva York.

Mientras Sandra trabajaba en Dominicana de Aviación, Camilo estudiaba música en Julliard. Montó su sexteto y consiguió un guiso en una obra de Bob Fosse en Broadway: “Dancin’ ”. Entre un acto y otro, en el foso de la orquesta, escribió ‘Why Not?’, tema con el cual el grupo The Manhattan Transfers ganó un Grammy, otro turning point. Poco después de eso lo llamó Tito Puente. “Creía que era una broma, pero era él y me dijo que me iba a enviar un casete para que escuchara la música y fuera con él a tocar al Festival de Montreal”.

Escuchó el casete, transfirió a partituras lo que escuchaba y arrancó para Montreal.

“En el público estaba Paquito D’Rivera, que me contrata como pianista”.

Poco después graba su primer disco como líder: “Why Not?”. Su carrera se extendió por Asia y Europa e incluye su participación en películas como “Calle 54”.

En estos días regresará a Tokio a presentar un concierto a dos pianos con Chucho Valdés. Luego regresará a Nueva York para una serie de conciertos en el Blue Note, otro en el Carnegie Hall, junto a Danny Rivera.

El trabajo no cesa para este artista que se reinventa con cada proyecto retando sus límites. El 4 de junio se presentará en el Puerto Rico Heineken Jazz Fest, evento que reúne a algunos de los homenajeados de los últimos 20 años, incluyendo a Camilo, en un gran cierre el domingo 6 de junio.

Durante los próximos dos años será el director de jazz creativo de la Sinfónica de Detroit, puesto que ocupara Brandford Marsalis. Esa Sinfónica estará tocando su Concierto Número Uno para Piano y Orquesta que compuso para la Orquesta Sinfónica Nacional de Estados Unidos que estrenó en el Carnegie Hall.

“Nunca dejé mi entrenamiento clásico”, aclara al señalar como un gran logro que ahora el jazz se presenta en los “grandes templos” de la música.

Estima que esto es un fenómeno reciente, del siglo XXI, “ahora el jazz está ocupando verdaderamente un lugar como art form”.

“Todos los días le doy gracias a Dios por estar vivo y por hacer lo que hago”.

 

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