Armar y desarmar un mito llamado: Lavoe

 

Nick Marrero, Patato Valdés y Héctor Lavoe

 

 

 

Héctor Lavoe “es el hijo de una emigración dolorosa”,

Edgardo Rodríguez Juliá.


 

 

 

Por Marcos Pérez Ramírez
marcos.perez@elnuevodia.com

  “Los llamé. ¡Vengan conmigo!

no me preguntaron dónde

orgulloso estoy de ustedes

mi gente siempre responde”.

Mi gente

 

 

 

Murió joven, enfermo, pobre y en desgracia. Su público, su gente, que otrora deliraba con su canto y su presencia, parecía sordo ante su sonoridad ajada por el devenir del tiempo, el sida y la tragedia de su drogadicción, que lo consumió el 29 de junio de 1993.

Aunque la muerte siempre lo acechó -su suegra y su hijo murieron en circunstancias macabras y un fuego casi termina con su vida-, Héctor Lavoe ni siquiera pudo expirar cuando quería aquella tarde del domingo 26 de junio de 1988, cuando abrumado por el drama de su vida convulsa se lanzó por la ventana del noveno piso del hotel Regency en el Condado.

El destino, cual coro despiadado, fue el interlocutor irónico que persiguió a El Cantante desde el momento en que decidió tomar las riendas de su vida y a contracorriente desobedeció los designios de su padre y empacó rumbo a Nueva York en pos de la fama a mediados de la década de 1960.

Hoy, a sesenta años de su nacimiento, el mito llamado Héctor Lavoe crece sin coto alrededor del mundo. Tres biografías cinematográficas, una producida en Francia y dos en proceso en Estados Unidos; un musical que arrasó con el clamor del público y la crítica en Nueva York y Puerto Rico; dos libros sobre su vida, así como cientos de artículos, ensayos y reportajes, que dan cuenta de su lugar en la historia de la salsa, son testimonio y catalítico para la leyenda que hoy cosecha el dueño del saoco.

De igual forma, para los creadores del hip-hop latino y el reggaetón, así como para gran parte de su público, El Cantante es un icono cultural vivo -igual sucede con los salseros más afamados de la salsa clásica- que sirve de puente entre estas dos sonoridades de moda con la música favorita de la juventud de sus padres, la cual también estuvo presente durante su crianza.

Tal es el caso de los 12 Discípulos, el grupo de intérpretes de hip-hop y reggaetón comandados por el productor, compositor y cantante Eddie D, quienes se proyectan como los herederos de los dones armónicos de los soneros.

Uno de los discípulos, Vico C, utilizó una camiseta con una foto de Lavoe durante la presentación del grupo en la pasada edición de los Grammy Latino y confiesa sin reparos su admiración por la maleable capacidad de vocalización que tenía a quien también se le conoció en vida como el Rey de la Puntualidad.

Asimismo, la imagen del guapo o el “malo” del barrio que cultivó El Cantante tampoco pasa por alto para la cultura del reggaetón que, al igual que su antecedente salsera, sirve como crónica melódica de la marginalidad y el problema de las drogas, dos realidades que perduran en la cotidianidad de los barrios populares y la calle.

Hector, Yomo y Willie.  Foto de los archivos de Tommy Muriel.

 

“¡Ay!, aquí queda demostrado

que soy muy fuerte, muy fuerte.

Tú ves que el palo descansa

mientras el hacha va y viene”.

Hacha y machete

Indagar sobre qué es un mito es compulsorio. Conversar y debatir con personalidades diversas de la cultura, la literatura, la sociología, la música y el periodismo en torno al monto de la herencia de Lavoe es menester.

¿Cómo y cuándo se forjó el mito llamado Héctor Lavoe? ¿Qué elementos lo conforman y alimentan? ¿Quiénes son y dónde están sus seguidores? ¿Cuáles son sus coordenadas? ¿Por qué perdura El Cantante?

Sobre el Rey de la Puntualidad hay miles de anécdotas y comentarios de sus seguidores que hablan de él como si fuera un miembro más de sus familias, al tiempo que las canciones que lo hicieron famoso hasta son utilizadas para granjear simpatías políticas.

Su presencia en la cotidianidad puertorriqueña, latinoamericana y neoyorquina es evidente: Lavoe reverbera con sus melodías en los barrios de San Juan, Cali, Ciudad de Panamá, Caracas y Nueva York; los artistas del grafiti lo plasman en paredes y camisetas, mientras los intérpretes del hip-hop y el reggaetón toman su fraseo como base para sus composiciones.

“Si alguien le pregunta cuál

fue mi destino

no le diga a nadie que tomé

el camino

de los que no quieren que

los vean llorando”.

Taxi

Según constata el historiador de la religión rumano Mircea Eliade en su texto clásico Mito y realidad, el mito es “una realidad compleja”, “sus personajes son Seres Sobrenaturales” y “se les conoce sobre todo por lo que han hecho en el tiempo prestigioso de los ‘comienzos’ (el énfasis es mío).

Así es como gracias al transcurso del mito “el hombre se hace a su vez creador”, pues “incitan en realidad al hombre a crear, abren continuamente nuevas perspectivas a su espíritu de inventiva”.

El mito Lavoe puede extrapolarse al tiempo de la honra y la reputación al que aludía Eliade: es considerado por sus admiradores como uno de los Padres de la Salsa, tal y como consigna el busto en su honor en la Plaza de los Salseros, que ubica en la comunidad Playita, junto a sus pares Ismael Rivera y Rafael Cortijo, así como el construido en una plaza homóloga a la santurcina localizada en Puerto Callao, Perú; asimismo, es uno de los paradigmas del gozo salsero que revela la creatividad humana: el soneo.

Para el escritor Josean Ramos, quien acompañó a Daniel Santos en algunos de sus periplos por América Latina, “Lavoe, al igual que Daniel Santos, se ha convertido en mito popular, tal vez por aquello de que ambos vivieron la vida haciendo lo que les vino en gana”.

Añade, el también autor de Vengo a decirle adiós a los muchachos, que “ese deseo original reprimido durante años por tantas vías, lleva a las masas a identificarse con sus ídolos y a perpetuarlos en el tiempo como mitos, por hacer lo que ellos no pudieron”.

Mientras estuvo en la cúspide de su carrera, El Cantante era un prodigio capaz de cualquier hazaña: llegaba al escenario colgado de una cuerda; comenzaba a cantar tras bastidores imitando el estilo de Daniel Santos, para sorprender a su público cuando revelaba la verdadera identidad que correspondía a la voz escuchada; y hasta viajó junto a la Fania All Stars a África -la tierra abuela de la salsa- donde ofició su “rito” y cantó ante miles de sus seguidores, cual Aquiles en el poema épico Omeros, del santaluciano Dereck Walcott, regresando al continente africano para poner a prueba el significado de su nombre: Lavoe.

“Porque yo, soy la fama

soy aquél que la gente reclama

pero nadie puede comprender”.

La fama

Complejo es el mito de Lavoe, pues según la profesora de cultura y literaturas clásicas, Lilliana Ramos Collado, “la música es un tránsito hacia lo sagrado. Los cantantes o rapsodas, como en el caso de nuestros salseros, son los sacerdotes de ese rito popular que lleva a su público al trance”.

De manera que El Rey de la Puntualidad, con su sonido, “entra en un estado de conciencia que le permite catar una intersección entre su condición humana abstracta y su condición coyuntural, su condición social inmediata, la que quiere trascender”.

Sin embargo, el escritor y crítico cultural Juan Carlos Quintero Herencia, autor de La máquina de la salsa: tránsitos del sabor, tiene una opinión más crítica sobre el destino que lleva el mito Lavoe.

“Sin duda ya va de camino una nueva salida del Cantante de la mano de cierta cultureta mediocrizante que idealiza el desastre íntimo y enrarece la trenza espantosa de dolores y catástrofes que le tocó tragar al sonero”, señala Quintero Herencia.

Palabras similares emplea Edgardo Rodríguez Juliá, escritor y autor de El entierro de Cortijo y Las tribulaciones de Jonás -dos textos fundamentales para entender a otros dos mitos que cobija la cultura puertorriqueña, el músico Rafael Cortijo y el ex gobernador Luis Muñoz Marín-, quien confiesa haber “recuperado a Lavoe a través de mi hijo de veinte años, Alejandro, quien ha redescubierto su música”.

“Muchas veces este mito es propiciado por la mediática. Eso pasó con Basquiat (Jean Michelle, pintor de origen haitiano-puertorriqueño), quien no era un gran artista, pero su vida trágica, el uso de las drogas, lo aupó y lo glorificó. Eso me parece obsceno. ¡Por favor, es una tragedia! Y en el caso de Héctor (Lavoe) hay que escuchar su música, verlo en sus méritos, que los tiene, pero con cuidado, sin idealizar”, alerta el escritor.

El maestro Johnny Pacheco, quien fue uno de los que descubrió el talento de Lavoe y para quien El Cantante de los Cantantes “era como mi hijo”, aclara que el relato que hacen los filmes sobre las circunstancias en las que conoció a Héctor “nada tiene que ver con la realidad”.

El astro dominicano de la salsa rememora cuando “tocaba en un club en Nueva York que se llamaba Habana/San Juan. Él (Héctor) se sentaba todas las noches junto al público, al frente, y me pedía si podía cantar con mi orquesta. Pero yo tenía a Pete ‘El Conde’, aunque Héctor insistía. Un día le dije ‘no chaves más, está bien, ven y canta una canción mía’, La mujer del peso. Lo hizo y se quedó con el canto. Luego tenía una cinta inconclusa de uno de los discos de Willie (Colón) con la Fania. Un día el cantante que Willie tenía se enfermó y traje a Héctor. Entonces comenzamos a grabar Che-che-colé, que se había montado sobre un ritmo de bomba, pero yo insistí para hacerlo en calipso, combinado con otros ritmos caribeños”.

“Loco, loco voy por la vida

canto, río y sufro también

soy humano y todo me pasa

por eso siempre yo loco seré”.

Loco

Otra de las posibles aproximaciones al mito Lavoe es ubicar sus coordenadas geográficas. El Cantante viajó y cantó por gran parte de los países latinoamericanos, así como a ciudades de los Estados Unidos con grandes concentraciones de poblaciones hispanas. Su presencia dejó una semilla que hoy germina en un culto e idolatría alrededor de su figura.

Tal es el caso de Venezuela, nación caribeña con gran tradición salsera, en la que su música se utiliza para alcanzar fines políticos, a pesar de que El Cantante nunca utilizó su armonías como un arma proselitista.

Cuenta César Colón, un joven periodista y salsómano erudito por herencia familiar, que mientras cubría una de las actividades de cierre del Foro Social Mundial, que se celebró el pasado enero en Caracas, quedó preso del asombro ante lo que presenció en el teatro Teresa Carreño.

“Cuando la actividad estaba en su punto más álgido, el cantante de una orquesta de barrio dijo: ‘Vamos a hacer ahora la música de la gente que sostiene esta revolución, música de barrio’. Entonces tocaron Calle Luna, Calle Sol. Y en medio de gritos de ¡Viva la Revolución Bolivariana! también gritaban ¡Héctor Lavoe vive!”, relató el comunicador, quien realizó un documental sobre el Día Nacional de la Salsa.

Para el sociólogo Ángel G. Quintero Rivera, profesor y autor del libro laureado Salsa, sabor y control, una de las pistas que explican la propagación del mito Lavoe por América Latina y el Caribe es el carácter itinerante de la emigración de los ciudadanos de la región.

“Lavoe es la música de la emigración. Es una figura muy presente en Panamá, Colombia y Venezuela, es el emblema de aquellos que regresan o se fueron del Caribe, y ahí Héctor, como parte de la diáspora boricua que fue la primera en irse a EE.UU. en masa, llevaba la voz cantante”, apunta el profesor de sociología.

En este punto concuerdan el científico social y Rodríguez Juliá, quien opina que “el mito que crece se debe en parte a esa marginalidad que recaló en una transformación social que se daba en el país y que tenía sus coordenadas en Nueva York”. “Es el hijo de una emigración dolorosa”, remató el escritor.

“A los de Quisqueya

y de Panamá

Y vuelvo y digo

Curazao y Colombia,

Perú, Costa Rica,

los del Ecuador y de Martinica.

Los de Venezuela

nunca lo olvidamos.

Los pueblos latinos, óyeme,

todos somos hermanos”.

Pa’ los Pueblos

Para el sociólogo Quintero Rivera, aparte de los méritos que tiene Lavoe como cantante, sobre todo cuando hizo pareja con Willie Colón y crearon un sonido “bien revolucionario”, el mito en el que ha devenido su legado está anclado a los cambios sociales que vive la sociedad puertorriqueña actual y que son pan nuestro de cada día para los jóvenes seguidores del reggaetón.

“Como parte del renacimiento de Lavoe está la importancia que ha cobrado la música del reggaetón, sobre todo en el contexto de que varios de los cantantes del género se ven herederos de los salseros, creando una sonoridad única, puertorriqueña, pues la salsa está presente en su fraseo y en muchas de las canciones”, explica el experto.

“Lavoe resume muchos de los elementos parecidos a la realidad con la que se identifican los jóvenes (del hip-hop o el reggaetón): la marginalidad y el ‘problema’ de las drogas”, añade Quintero Rivera.

La afinidad que siente Vico C por El Cantante ilustra los argumentos esbozados por el científico social. Cuando lo interrogué sobre por qué utilizó una camiseta con la foto de Lavoe durante la presentación de los Grammy Latinos de 2005, el apodado Filósofo del Rap respondió que la camisa le cayó “como cosa lógica”.

“Soy un cocolo de la mata. Colecciono los discos de Willie (Colón) y Lavoe entre 1967 a los 1970. Soy uno de sus superfanáticos. Y en mi voz, que no necesariamente tiene un tumbao de rap, hay influencias de Héctor”, reveló el intérprete de Vámonos pa’ encima.

En cuanto al planteamiento de que el mito Lavoe se nutre en parte gracias al auge actual del hip-hop latino y el reggaetón, Vico C reaccionó escéptico.

“No es genética ni ‘copiaera’. Recuerda que esto que ahora llamamos salsa, igual que ahora pasa con el reggaetón, es un género de expresiones y fusiones musicales. La gente que hizo la salsa eran chamacos de la calle, de Nueva York o boricuas que se iban allá. Son géneros compatibles y se enriquecen mutuamente”, aclaró el recién nominado a un Grammy.

“Quien se llama El Malo

no hay ni discusión,

El Malo de aquí soy yo

porque tengo corazón”.

El Malo

La distancia que impera entre el recuerdo del Héctor Lavoe que falleció en 1993 y las memorias colectivas de El Cantante abonan al mito creado en torno a su figura, y son parte de los efímeros instantes llenos de alegrías, penas y descubrimientos que les dan sentido a tantas vidas.

Lavoe -por ejemplo- es parte de la crianza de César Colón, incluso antes de que tuviera capacidad para convertirse en fanático de algún artista. El periodista relata que su familia le ha contado como él se sentaba “en el sofá de la casa de mis abuelos, aún con las piernas tan cortitas que ni colgaban del borde del sillón, y tarareaba ‘iatá’, un fragmento de una de sus canciones”.

Otra anécdota vivida por el hermano mayor del comunicador, Emilio, transforma a Lavoe en la versión sandunguera del mito clásico del retorno del rey verdadero, aquel que -según explica Ramos Collado- fue destronado y que tuvo que regresar a vivir junto al calor de su gente para, con su regreso, reconciliar a su pueblo.

La vivencia ocurrió en el infame concierto del 25 de junio de 1988 en Bayamón, que fue suspendido ante la falta de público y en el que le apagaron las luces del escenario y el sistema de sonido al Cantante de los Cantantes, quien insistía en cantar para su gente, aunque fuera a capella.

Relata el periodista como “mi tío Chelo lo pudo acercar a la tarima (a Emilio). En una servilleta escribieron ‘LOCO’ y mi hermano se la pasó a Héctor, quien le tocó la cabeza sonriendo y luego, cuando le tumbaron el sonido a la orquesta, la cantó sin micrófono... mi hermano siempre habla de la camisa roja que tenía Lavoe esa noche”.

Para el tío de César Colón, Héctor Lavoe era parte de su familia, por lo que el luto lo avasalló cuando murió el 29 de junio de 1993. “El tío Chelo nos llamó desde una barra llorando a lágrima tendida con un par de cervezas en la cabeza... desconsolado pues se le había muerto su cantante”, rememora el periodista (el énfasis es mío).

Y es que las memorias de Lavoe calan profundamente en el cariño de sus fanáticos. Pacheco atribuye este fenómeno a “la personalidad única de Héctor”.

“Era un hombre de pueblo. Era el que más se destacaba, no era engreído, se entregaba a su público, gustaba mucho en las giras y a la hora de cantar”, recuerda el otrora director de orquesta y flautista de la Fania.

Por su parte, la música de Lavoe salvó a Vico C del tedio durante una despedida de año que prometía aburrimiento.

“Héctor me posesionó durante una despedida de año. Estaba en una fiesta aburrida de mis vecinos. El pana mío puso un cassette de salsa vieja de Lavoe y Willie Colón y me hipnoticé con Deja vú. Ahí agarré la fiebre y desde ese día siempre lo tenía presente. En mi mente, en los walkman”, cuenta el intérprete de hip-hop.

Para el escritor y periodista Jaime Torres Torres, autor del libro Cada cabeza es un mundo, relatos e historias de Héctor Lavoe, aún el mundo no ha logrado atisbar el alcance del mito de El Cantante de los Cantantes, ni la aportación del sonero al acervo de la cultura puertorriqueña, que supera con creces al drama de su trágico paso por la vida.

“Hay que profundizar más en el perfil psicológico de Lavoe para entendernos y comprendernos mejor como pueblo que, después de casi 110 años de la invasión estadounidense, defiende su lelolai del pop banal”, argumenta Torres Torres.

“Aunque muchos descubrieron a Héctor Juan Pérez Martínez el 26 de junio de 1988, la leyenda del cantante ponceño brillaba en el mundo desde 1967. Su grandeza como exponente de nuestra cultura aún no ha sido reconocida en Puerto Rico y el mundo”, añade.

Una observación del maestro Pacheco sobre el supuesto intento de suicidio de Lavoe coloca al Rey de la Puntualidad en un plano mitológico.

“Para mí él (Lavoe) no se tiró. Él era muy payaso, gustaba de hacer chistes, y tal vez hacía una broma. Porque si uno se quiere suicidar abre los brazos como un pájaro antes de lanzarse y él cayó como un gato”, acotó Pacheco.

Tal es el mito Lavoe. Está en todas partes y en ninguna, es de nadie y es de todos, rebasó los linderos del bien y el mal, los de la verdad y la mentira, así como las fronteras nacionales y regionales. Armarlo y desarmarlo es volver a escuchar el saoco del jibarito ponceño y prueba fehaciente de que aún vive.

 

“si no te gusta lo que traje...

adiós pues de algún modo

seguiré mi viaje.

Seguiré mi viaje”...

Seguiré mi viaje

“Yo seguiré mi vaivén

cantando con sabrosura

siempre estaré con ustedes, ¡mi gente!”.

El rey de la puntualidad

 

 

 

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