JOE VEGA

 

 

 

 

Una contribución de Michael Terrace  y Elita Gutierrez
Nueva York.

Versión libre al español de Israel Sánchez-Coll

Miembro Fundador de Herencia Latina.

 

 

Joe Vega se convirtió en una figura legendaria del Palladium. Fue apreciado por su estilo auténticamente latino.  Se inició como un boxeador y pronto se dio cuenta que golpear un saco de boxeo y permanecer sobre el ring en constante movimiento no era lo que él aspiraba.

 

 

Joe Vega nació en Puerto Rico el 13 de diciembre 1921 y llegó a  los Estados Unidos a la edad de diez años. Se crió en el Harlem Hispano y aprendió a sobrevivir gracias a la velocidad con que movía sus piernas y a sus fuertes golpes que eran aún muchos más rápidos. Su familia para evitar que se enfrentara a los miembros de las bandas o clanes de otras razas ―que pululaban en su vecindario―, le vigilaba de cerca y lo criaron durante su niñez con mano firme.

Después de graduarse de la escuela secundaria, decidió probar su suerte en el boxeo y a la edad de 21 años logró convertirse en boxeador profesional. Recibió muy buenas críticas por sus movimientos rápidos en el gimnasio,  Jack Dempsey, dijo una vez: "Si yo hubiera tenido mayor velocidad en las  piernas, jamás hubiera perdido mi pelea con Gene Toney."  Joe fue conocido como uno de los boxeadores latinos capaz de aparecer y desaparecer en el ring, en un abrir y cerrar de ojos.

 

En muchas ocasiones fue llamado para reemplazar a los boxeadores que por alguna razón no se presentaban a llevar a cabo el combate que se le designaba.

Con sus movimientos rápidos en las piernas y su  gracia natural, no le fue una sorpresa cuando dirigió sus intereses a la pista de baile. Aún más, Joe se interesó por el baile cuando se enteró de que era la mejor manera de conocer chicas hermosas; después de todo, el principal interés en el boxeo es observar a dos personas varones que se enfrentan en el ring, en comparación con un evento de baile, donde un buen bailarín podría estar acompañado hasta de cinco chicas. Así que el dominio por el baile fue su principal y más alto objetivo en su mente.  Se alió a su hermana para que le enseñara, pero no obtuvo la respuesta más adecuada ―si la comparamos cuando un maestro tolerante aconseja a su alumno―, ella por el contrario le dijo: Nunca aprenderás, no tienes ritmo".

Poco a poco y observando, trató de tomar un paso aquí y otro allá, pero no fue suficiente. En uno de esos bailes escuchó a un chico decir: "Voy a la academia de Arthur Murray a entrenarme para bailar y luego enseñar. En seis semanas estaré ganando dinero y bailando con chicas guapas".

Joe se preguntaba quién demonios era Arthur Murray.  Luego necesitó la opinión por su estilo de baile en la pista y de nuevo obtuvo la respuesta menos adecuada,tampoco quería escucharla: "¿Quién le va enseñar a un hombre con dos pies izquierdos y entrenarlo para que sea un maestro, es como un chiste?No se inmutó, su hombría emergió cuando murmuró en voz baja: "Que tonto es este gringo no sabe que todos los puertorriqueños nacemos con el baile en la sangre”.

Joe estaba decidido a continuar su lucha y un día descubrió que había salones de baile en Nueva York  que enseñaban clases  gratuitas. Uno de los lugares que visitó fue el Roseland Ballroom el cual quedaba en Broadway con la calle 50,  un lugar en  que rara vez se veía a un latino bailar ―en aquellos tiempos los latinos no eran bien recibidos.

El orgullo que poseía además de su temple como boxeador, vencieron todas sus debilidades y temores, decidió tomar las clases gratuitas. Cuando entró en el  Roseland de inmediato observó que dos de los guardias lo señalaban, por lo que de inmediato se acercó a ellos y les dijo: "Yo sólo quiero bailar así que retrocedan".  Sorprendidos por la guapería que mostraba el caballero, se mantuvieron distantes y luego se alejaron.

Mirando con cuidado a sus alrededores, fue consciente de que en el Roseland ofrecía música cursi y que allí se atendía a una multitud de personas de un comportamiento estirado. Muchos de los hombres que estaban presentes lucia trajes o gabardina y las mujeres vestían deBetty Bop”. Notó que le estaban observando con cierto aire de altanería y grandeza, y una vez dichas personas estaban en la pista  bailaban también de esa manera.

No se desanimó, Joe fue uno de los primeros en unirse a las clases de baile gratuitas. Olga, la dueña del estudio donde se impartían las lecciones, examinó inmediatamente a Joe y observó su estilo de guapo latino y lo eligió para demostrar el paso básico de la Rumba. Joe estaba eufórico, pero nervioso,  fue la primera  manifestación que se siente cuando se comienza con el pie derecho.

Olga se sorprendió de que el caballero que eligió no tuviera conocimiento de su baile ancestral, muy perspicaz ella se da cuenta, que con un poco de entrenamiento a estos aficionados latinos ―de buena apariencia―, sería un golpe de suerte para su estudio. Al final de la lección invita a Joe a reunirse en su mesa y una vez más, Joe está encantado. . .

Olga es una mujer excepcional, una niña de “glamour”, Joe nunca se había reunido con una mujer de buenos gustos y muy diferente a las de su rebaño.

Olga conoce cada cuerpo y quién es quién en el mundo de la danza. Joe está encantado y siente que está compitiendo dentro de los bailarines de elite y maestros de Broadway. Esta euforia lo lleva a la conclusión de que este es el mundo que exactamente quiere estar sumergido.  No sabía si podía seguir el ritmo de estas nuevas personas que convivían en un mundo muy diferente al de sus amigos latinos, sin embargo, disfrutaba del momento pese a que muestra temor a los destellos de estos nuevos elementos. Joe no tiene idea de lo que le espera en este nuevo mundo del baile.

Comienza a aprender el nombre del baile, tiene que venderse, venderse bien, ser encantador, ser guapo, estar bien vestido, coqueto y bailar bien.

Olga vio el potencial que tenía Joe para destacarse tanto como bailarín así como vendedor de su negocio, específicamente captando los nuevos aficionados para la academia y procedió a contratarlo.  Le hizo saber que además de tener un gran futuro en el baile, también tenía que ganar confianza, dedicación y el conocimiento por el negocio que estaba establecido en la academia. En conclusión, debía de aprender hacer las cosas bien o en ocasiones no tan bien.

Al final le señaló, que tenía que deshacerse del perjuicio de que lo estaban miraran por encima de su hombro y debía entender que los prejuicios que habitaban  a su alrededor se desvanecen en un día. Una cosa también importante, le advirtió, que ser un tipo duro pertenece a la vida del ring, pero este comportamiento no se ajusta a la pista de baile. Pese a todas estas advertencias, Joe no pudo desprenderse de que lo estaban mirando por encima de los hombros.  No obstante su atractivo varonil fue el encanto para las mujeres, mientras su dureza resultó ser la frontera para ser claro con los contrincantes.

 

Las etapas del aprendizaje por dominar la danza y su mundo son similares a cuando se lucha por conquistar un  premio. El baile requiere disciplina, tiempo, dominar el ritmo, forjar una técnica, en fin, comparativamente y de manera paralela: así como él lo había logrado en el ring. A esto le sumamos la importancia por la delicadeza y el encanto, y el arte de vender un curso completo (de baile) por cinco mil dólares.  Era una cantidad increíble de dinero, Joe debía comprender en el tamaño del negocio en que se estaba sumergiendo. Olga le explicó que ella estaba vendiendo un curso pequeño en comparación con Arthur Murray y Fred Astaire que vendían sus destrezas por diez mil dólares o la otra opción, de que el cliente se debía matricular en cursos extensos.

 

Joe le dijo: “Qué sólo quería bailar y enseñar, y no convertirse en  un vendedor de alta presión, que vende y luego va a bailar". Olga le repostó: "No es lidiar con los golpes es aprender parte del negocio". Y una vez más, Joe rodo mientras bailaba, bailaba, bailaba.


Joe Vega estaba en la escena antes de quien esto escribe (Michael Terrace).  La primera vez que lo vi estaba entre los mejores bailarines de rumba. Poseía un estilo exquisito y depurado muchos de nosotros envidiábamos todos sus pasos de baile que el caballero los ejecutaba con pulcritud y limpieza. Muy pocos bailarines exhiben esa técnica con una perfección que era de admiración. No fue una persona de asumir indiscreciones, se mantuvo con firmeza cuando se enfrentaba a los grandes prejuicios de una gran ciudad. También lo debías tomar con calma porque si te alterabas te podía derribar de un solo golpe. La única fase que le faltaba conquistar en el espectáculo fue estar más sonriente; era un bailarín grave casi nunca sonrió en el escenario, no obstante, en él emergió un estilo de corte limpio y de precisión.


Joe se molestaba cuando poníamos ballet y jazz dentro de las piezas de mambo.  Cuando algunos bailarines en el Palladium comenzaron a añadirle jazz al mambo, Joe se indignó y durante mucho tiempo guardó una ira contra todo ello, era un duro bailarín de mambo.  Nunca quiso que el mambo se mezclara, sintió que era una música autentica y pertenecía a la cultura hispana, por lo que debía ser fiel a sus raíces y preservar el naciente baile social, el cual no debía hurtar de otros bailes ―especialmente las figuras femeninas que exhiben algunas secuencias que pertenecen al ballet y a piezas del jazz.


Mi primera reunión con Joe fue en el verano de 1946 poco después de culminar mis servicios para la Marina de los EE.UU. Era la primera vez que asistía a un salón de baile latino, tenía el nombre de Park Plaza y estaba ubicado en la calle 110 del Harlem hispano.  Mi compañera lo conocía y cuando entramos Joe estaba bailando una Rumba y rápidamente fue rodeado por una multitud que admiraba su estilo de baile. Mi compañera me dijo: "Yo lo conozco. Es uno de los grandes, yo he bailado mucho con él”.

 

Mientras lo observábamos me convertí en su admirador y me sorprendió que mi amiga fuera una experta bailarina. A medida que nos unimos a la multitud Joe la vio,  la tomó y la llevó a la mitad de la pista de baile, la multitud se abrió y dejo que la pareja se diluyera en lo que sabía, mostrando así y durante toda la pieza, sus dotes bailables. Los espectadores entonces, se dedicaron a observar paso a paso el lenguaje de la pareja. Después de los aplausos Joe me entregó a mi compañera y se presentó, nos saludamos.   Joe me miró y al escuchar mi apellido hispano (Gutiérrez) me dijo: "No te ves tan hispano" y le dije: “Usted debe comprender que los latinos tenemos tantos colores”. "Oh mierda, usted es uno de esos latinos super-cruzados”, así de esta manera Joe me repostó. A continuación nos observamos ―a manera de reconocimiento, el uno al otro―, en el buen sentido de amistad y armonía. Como buen infante de marina no di la vuelta, me mantuve firme en frente de él.  Joe rápidamente reflejó sus costumbres.  El se había criado en Harlem donde las líneas fronterizas son disimiles; las del Harlem negro estaban definidas  por la calle 125 y las del Harlem italiano comenzaban al este de Park Ave, desde la calle 96 a la 125. Estas líneas fronterizas eran campos de batalla entre los jóvenes de pandillas étnicas y opuestas, cada una defendía su mapa multirracial.

 

El Park Plaza fue un salón de baile con renombre frecuentado por hispanos. En la calle 110 donde estaba situado, se reunían los grandes bailarines de rumba, la música era igual de buena, y durante muchas noches las grandes bandas luchaban por emerger al primer lugar, por otro lado, muy pocos bailarines blancos estadounidenses se aventuraron visitar el club,  los que tenía el valor, debían seguir un estricto código de la cultura hispana. El código más importante fue: Ningún extraño podía acercarse a una joven que estuviera en una mesa y la invitara a bailar, a menos que tuviera el consentimiento y aprobación del responsable de la mesa. Así mismo, con el aval del responsable de la mesa, lo echaban a patadas del club. Con las chicas solteras el trato era diferente, fueron bien cuidadas, si usted trataba de enamorarlas y las persuadía para que abandonaran el lugar en su compañía, muy probablemente su cuerpo golpeado y maltrecho se encontraría en la acera opuesta en busca de auxilio. Cuanto más popular fue el Park Plaza y sus noches de rumba inolvidables, atrajo más público y fue ganando una población blanca, sin embargo las mismas fueron aceptadas si cumplían con el rigor del código de casa.  

 

La rumba se armonizó en un nuevo baile que salía de la música de Tito Puente y Machito, ellos comenzaron  añadiendo esos sonidos a sus grandes bandas. Joe era parte de ese nuevo movimiento quien lo acentuaba a la cuenta de dos. Su velocidad y dominio en el boxeo estaban cediéndole terreno a la locura por el mambo,  Joe estaba llevando a cabo muy bien su transición, su majestuosa metamorfosis.


Para aquel momento yo también estaba aprendiendo a bailar, pero no podía competir con Joe. El de vez en cuando se mantenía cómicamente saltando lejos de mí, pero era algo molesto verlo a mi alrededor, y así tuvimos nuestra última batalla sucedió en el estudio de la academia de baile de Kathern Dumham donde él, Augie y Margo y yo estábamos estudiando danza primitiva.

 

En el vestuario nos cambiábamos para tomar nuestra clase, yo estaba admirado por el aspecto físico que tenía Joe y se lo comenté a él en presencia de Augie: “Joe recibiste un cuerpo perfecto es como el de Jesse Owens o el de un bailarín de ballet clásico”. Joe y Augie saltaron asombrados. Allí mismo habían dos chicos desnudos frente a frente y el comentario le resultó chocante a Joe, entonces dijo: "Vete a la mierda, yo no soy maricón, tú y esos dos chicos nos están mirando”. Augie de inmediato agregó de manera burlona: “Por supuesto Mike, la causa es que somos gay y somos lesbianos ". Entonces todos reímos. Esa fue la primera vez que se rompió el hielo y poco a poco, Joe y yo nos hicimos buenos amigos.

 

Pero Joe estaba resentido porque al mambo se le estaba incorporando algo de ballet y nos los hizo saber, nos decía: "Ustedes están arruinando nuestro baile con esos giros de hadas". "El mambo es un baile social que es parte de nuestra cultura latina y no se puede mezclar con la bastante mierda que exhibe el ballet". “Mantenlo en tu vestuario (el ballet) pero no lo mezcles con nuestro arroz y habichuelas”.

 

 

 

 

 

 

Joe Vega  y Tybee Afra

 

La primera pareja seria que tuvo Joe fue Tybee Afra, ambos formaron un equipo de mambo emocionante durante años. Tybee fue una de las mejores bailarinas en el Palladium, su apasionante personalidad, su estilo tempestuoso sumados a la auténtica intimidad y toque dramático de Joe, hizo que lograran un enorme éxito, y fueron uno de los grupos de baile dominantes en el Palladium.

 

Joe se enamoró de Tybee bailando y la amó, pero Tybee tenía diferentes aspiraciones, su estudio en el ballet la llevó hacia una ruta diferente. Joe fue más cuidadoso cuando sintió que estaba perdiendo a Tybee, su primer amor, no había nada que hacer para hacerlo sonreír y soportarlo. Durante sus estudios de ballet con George Balanchine en el “American Ballet Theatre”, Tybee conoció a Johnny Brascia un bailarin famoso de Hollywood, con él se encontró a gusto y sintió compatibilidad artística, entonces comenzó alejarse del vínculo que mantenía con Joe Vega. No pasó mucho tiempo para que a Johnny Brascia le ofrecieran un papel en una película, necesitaba una pareja y le preguntó a Tybee si deseaba acompañarlo y así nació un nuevo equipo.

 

Joe se quedó con el corazón roto, no obstante, entendió que esta oportunidad era lo que estaba buscando cualquier bailarín profesional y le deseó la mejor de su suerte. No siendo capaz de contener sus emociones, Joe se apartó de su camino y le facilitó así, para que ella cumpliera con la propuesta de Johnny Brascia. De la manera más cortés y con caballerosidad le dijo a Johnny: "Yo deseo que ustedes tengan el mayor de sus éxitos y espero que nos encarguemos de Tybee y si alguna vez escucho que le has tratado mal, usted se convertirá en mi mejor saco de boxeo ". Johnny comprendió y le dijo: "Gracias por su gran lección de baile".

 

Bajo la tutela de George Balanchine en la “American Ballet Theatre”, sin dejar de tener sus clases de baile de jazz, estos "tres grandes bailarines" fueron muy buenos amigos, mucho más que otras parejas de bailarines que actuaban  en el Palladium.  Alternaban su tiempo de ensayo y asistían al famoso Roseland Ballroom.

 

Nacido Michael Gutiérrez en Harlem hispano, Michael "Mike" Terrace compartió sus raíces hispanas con Augie y Margo, lo que puede explicar su entusiasmo y su tendencia a abrazar el baile que responde a los ritmos latinos. Johnny (más tarde conocido como John) Brascia era nativo de Hollywood, California a donde había estudiado con Gloria Cansino, hermana de la reconocida actriz Rita Hayworth.

 

Tan pronto como Joe superó su pasión por Tybee se alió a Mike Vázquez, de personalidad apuesta y de carácter encantador, un bailarin de precisión con una sonrisa que iluminaba el escenario. Mike de humor picante, de fabulosa personalidad contrastaba  con la de Joe, seria y dramática.


Estuvieron juntos durante dos años, hasta que Mike se enamoró y le dijo adiós a Joe y se estableció en la ciudad de Miami, allá siguió su que hacer  en un salón de baile.

 

Joe no era el tipo de persona que renunciaba fácilmente por esta cadena de malos ratos, antes por el contrario ya animado, comenzó a bailar con Freddie Ríos, un joven sin carisma, que se iniciaba en el arte de la danza. De personalidad tímida, por lo que era difícil creer que Joe iba a hacer de él un bailarín. Freddie no inspiraba como bailarín, alto un tanto desgarbado, pero nos dimos a la tarea de enseñarle.  Utilizamos el mismo método de la rutina con la que Joe se había hecho famoso. Yo (Mike Terrace) fui a ver algunos de sus ensayos, poco a poco Freddie comenzó a demostrar que cualquier tipo de cuerpo puede bailar, por supuesto, usted necesita un buen maestro y Joe Vega no sólo era un gran bailarín, sino también un maestro de maestros.

 

Joe un viejo lobo de mar que trabajó mucho en su vida, le enseñó su estilo a Freddie y juntos con el tiempo se afianzaron como el segundo mejor dúo de mambo masculino en la ciudad.


De inmediato tuvieron muchos exitosos en el Palladium,  luego pasaron a bailar en el “
Don Riches” en Brooklyn, al Apollo en Harlem, el Roseland Ballroom en Broadway. Fueron muy exitosos en el Mamborama de los Catskill y muchos presentaciones aplaudidas en el “Corey’s in Liberty” de Nueva York conocido como el segundo Palladium.

 

Joe maduró mucho cuando conoció a una hermosa dama muy sofisticada y de buen corazón, se enamoró perdidamente de ella y luego de un tiempo prudente, le pidió su mano. Un año después tuvieron su primer hijo.  Joe casi lo convierte en un santo lo bautizó con el nombre de Christopher. el cariño que Joe le depositó a su hijo fue la razón de su existencia. No se sabe el rumbo que él tomó con Christopher, especialmente en sus fechas programadas en los clubes con Freddie.

 

Él solía decir: “Mi hijo no va a ser como yo, no va a ser ni una astilla del viejo tronco. Lo que aspiro es que sea un doctor ó un abogado, pero nunca un bailarín de espectáculo”.  Yo lo sentía como un hombre totalmente diferente. En ese momento yo estaba corriendo seis espectáculos de mambo en diferentes sitios en los Catskills, entones lo necesite a él y a Freddie para algunas presentaciones que fueron en efecto, exitosas.


Por desgracia, el tiempo le jugó una mala jugada,  Joe sucumbió de un ataque cardiaco, finalizando así la carrera de un legendario mambista, por otro lado,  dejando a su mujer viuda y a su hijo Christopher devastados.


Fue un tremendo golpe para Freddie ―su vida ahora está involucrada en el mundo de la Salsa. En un corto tiempo se dio cuenta de que las alas en cualquier momento sirven para algo y así apareció Mike Ramos, un formidable bailarín, listo, con un gran toque de comedia y gracia,  además con la sintonía perfecta para Freddie.

 

 

 

 

Freddie Rios y Mike Ramos

 

 

 

 

 

 

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Edición junio - agosto 2013