Daniel Santos A 13 años de su muerte
 

ANACOBERO . Intelectuales e historiadores han intentado descubrir dónde radicaba el secreto que hacía de Daniel Santos una arrolladora fuerza de la naturaleza, un incontrolable ciclón expresivo. Algunos lo han atribuido a su licenciosa vida, otros han preferido recurrir a razones menos tangibles. El enigma persiste.


ETAPAS Arriba, Daniel Santos, apodado “El jefe”, en su etapa dorada, por los años 60; abajo, aún adolescente (1930) y en el ejército, 11 años más tarde

27 de noviembre de 1992. En menos de un año, en Venezuela ocurría el segundo intento de ejecutar un “golpe” (que no tocuyano), esta vez en “versión” del compositor Hernán Gruber Odremán y el letrista Francisco Visconti.

De nuevo “el conjunto” tocó sin arreglos, tampoco afinó los instrumentos, dedicándose a “improvisar” (¿tú te lo sabes?), de modo que el tema “Por Ahora”, vociferado meses atrás por su otro improvisado compañero, el cantante Hugo Chávez, tuvo que esperar varios años por su estreno. A todas éstas, en el Hospital Monroe Medical de Ocala, pequeño poblado de Florida, al sur de EEUU, el cadáver de un canoso anciano le era entregado a no muchos allegados.

Días antes había ingresado muy grave, siendo registrado como Daniel Santos, nacido en Puerto Rico, cantante retirado.

La fría indiferencia del personal del hospital dejó en claro su desconocimiento sobre el personaje.

Es que para ellos se trataba de un muerto más. La noticia se regó como pólvora por toda Hispanoamérica, excepto en Venezuela, donde la pólvora regada llegaba de fusiles y del bombardeo aéreo. La confusión no permitió que muchos venezolanos se percataran de la partida del gran ídolo. Los muertos locales protagonizaban el show.

Fue al día siguiente cuando diversos estratos sociales se enteraron de la mala nueva, y consternados, en especial el proletariado, entre muchos tragos y no poco llanto, colocaban su gran éxito “Despedida”, al tiempo que coreaban aquella estrofa “vengo a decirle adiós, a los muchachos...”.

 

Leyenda

Desde su más rancia estirpe, en el ideario popular la realidad y la fantasía se cruzan hasta un grado indiscernible. Como buen caribeño, Daniel Santos confundió a menudo la vida con la leyenda. En todas sus biografías uno termina siempre leyendo que su apodo es “El Inquieto Anacobero” e invariablemente a continuación: “...mujeriego, borracho, pendenciero y jugador”.

 

No tengo inconveniente en cumplir con tales requisitos, aunque a decir verdad, prefiero abordar otros términos. Es que percibo que Daniel jamás sintió la vocación de entregar su cuerpo al bienestar espiritual. Él prefirió regalar su canto al sortilegio de los caídos y al desheredado nacido en sembradío de derrota.

Uno de los más enigmáticos personajes de la música popular, Daniel Doroteo Santos Betancourt, nació en Santurce, Puerto Rico, el 6 de junio de 1916 (otros recursos indican el 5 ó 6 de febrero del mismo año).

Hijo de un carpintero y de una costurera, se crió junto a sus tres hermanos en la parada 18 del barrio Trastalleres (llamado así por su ubicación tras los antiguos talleres del ferrocarril).

La estrechez económica de la familia no le permitió estudiar formalmente, de modo que tuvo que salir a la calle a limpiar zapatos, o a vocear aguacates o huevos frescos, según la demanda.

El sustento hogareño, en rojo perpetuo, hizo que la familia viajara a Nueva York hacia un futuro más certero. Allí, el joven Daniel se inscribió en la escuela y completó el segundo año de educación superior, mostrando, además, su intuición por el canto.

Aunque la mengua pasada prolongó su rigor. “Un grupo de amigos vivíamos de hacer trampas con las barajas y el billar”, contaba, añadiendo que “en ese ambiente, una vez recibí una puñalada que casi me manda p’al otro lado... Luego volví a limpiar zapatos, a vender hielo y carbón.

Así juntaba los tres dólares para pagar la renta de un cuartito”. En realidad sobrevivió, pues también, según él, “robaba, vendía licor clandestino y chuleaba a las mujeres... Más tarde barrí calles y destapé cloacas, pero soñaba con ser cantante”.

El Trío Lírico, un conjunto local, favoreció definitivamente ese proceso. Para Daniel, representaba todo lo agradable.

Llegar a la música era como penetrar en una burbuja hermética de balsámicos efectos que le brindaba no sólo estabilidad, sino también el reconocimiento de personalidades ligadas al mundillo artístico. Y el gran chance le llegó en 1938, tras su bienaventurado encuentro con el compositor Pedro Flores, quien lo lanzó a la fama. El año 1942 lo encontró substituyendo a Miguelito Valdés en la orquesta de Xavier Cugat, brevemente, ya que la II Guerra Mundial estaba en pleno apogeo y tuvo que cumplir su servicio militar. Dado de baja en 1946, retomó el canto y viajó a Cuba...

APODO Por influencias de su paisano, el cantante y compositor Bobby Capó, Daniel fue contratado por un estelar programa radial de la época. Allí usaba como tema de presentación la guaracha “Anacobero”, nombre que luego heredaría como apodo. Lo de “Inquieto” vino después, a merced de su sórdida vida y por los escándalos públicos que ocasionaba a donde llegaba.

POLÍTICA Su ideología le creó problemas con EEUU y el FBI
1948 Durante su etapa en Radio Progreso
NUEVA YORK Junto a Augusto Coen, Moncho Usera, Bobby Capó y José Miguel Mateo, en 1948
AÑOS 50 El cantante en compañía de los integrantes de la Sonora Matancera
COLOMBIA Con la Orquesta “Pedro Laza y sus Pelayeros”
1946 Linda Feliciano, la rumbera que inspiró al compositor Pedro Flores, para el famoso tema “Linda”

Licenciado por el ejército en 1946, Daniel Santos se trazó un nuevo rumbo musical incluyendo material patriótico en sus canciones, en conjunción con Pedro Ortiz Dávila (Davilita), creando “Los Patriotas”. Para entonces, además de presenciar las atrocidades del campo de batalla, Daniel había sido influenciado por los ideales nacionalistas del líder Pedro Albizu Campos y el poeta Don Juan Antonio Corretjer.

Su pública postura independentista comenzó a crearle problemas en EEUU con el FBI y el Departamento de Estado, por lo que antes y después de cada viaje, era interrogado exhaustivamente por las autoridades. Anduvo por Puerto Rico y Santo Domingo, hasta que recaló en Cuba en 1946.

El Inquieto Anacobero

El cantante y compositor Bobby Capó, que cubría una exitosa temporada en La Habana, logró que la RHC Cadena Azul contratara a su paisano para el espacio “Bodas de Plata Partagás”, estelar programa radial de la época. Daniel usaba como tema de presentación la guaracha “Anacobero” (Andrés Tallada).

Invariablemente, el presentador Luis Villarder lo introducía: “Con ustedes Daniel Santos y el tema ‘Anacobero’”.

Cierto día Daniel entró al estudio bailando, sorpresivamente trajeado con un holgado flux de “pachuco”, de aquellos que usaban Tin Tan y Pérez Prado, dejando atónitos a la audiencia y al propio Villader, que confundido, expresó: “con ustedes... el Anacobero Daniel Santos”.

A partir de allí se convirtió en “El Anacobero”, que en lenguaje ñáñigo significa “diablillo”.

Lo de “Inquieto” vino después, a merced de su sórdida vida y por los escándalos públicos que ocasionaba en todos lados.

A raíz de uno de sus tantos incidentes fue condenado a pasar dos años en un calabozo, aunque eso no disminuyó su fuerza creativa. Así surgió “El preso”, que ayudó para que el presidente Prío Socarras lo indultara. En agradecimiento, compuso “Amnistía”, que según se dice, ayudó a liberar a otros detenidos.

Luego de cumplir compromisos en Panamá y Caracas volvió a La Habana, esta vez, para actuar en Radio Progreso con el respaldo de la Sonora Matancera.

El resto es leyenda, forjada en una relación comprendida entre 1948 y 1953, con unas 70 grabaciones y en la película “El ángel caído”.

Su época de oro

Los siguientes años son de esplendor. Daniel Santos continúa viajando por Hispanoamérica, pero sin abandonar de un todo el suelo cubano. Compone docenas de temas, entre ellos “Sierra Maestra”, que noche tras noche llegaba a los hogares cubanos a través de Radio Rebelde.

Hacia 1961, sin embargo, el artista sienta distancia del régimen castrista por su política de entrenar niños en el ejército. Su continuo peregrinaje lo lleva a EEUU, México, Venezuela, Argentina, Colombia, Ecuador, Perú y Chile. En ocasiones, el agitado ritmo lo lleva a residir temporalmente en algunos de estos países, ya que sus presentaciones públicas son garantía de taquilla en cabarets, estadios y plazas de toros. A comienzos de los 90 se retira al pequeño poblado de Ocala, en Florida, junto a su esposa y dos hijos.

Daniel Santos, al que la Historia considera como el más renombrado y duradero de todos los artistas nacidos en Puerto Rico, fallecerá el 27 de noviembre de 1992, a los 76 años de edad.

Y conforme a su último deseo, sus restos fueron sepultados en el Cementerio del Viejo San Juan, muy cerca de donde reposan Pedro Albizu Campos y Pedro Flores, tras un sentido homenaje.

Edición de Diciembre de 2005 - Enero 2006

 

 

Derechos Reservados de Autor

Herencia Latina