UN MOMENTO MÁGICO

 

 

Muchas veces en un acto público, se produce algo inesperado, especial, extraordinario, que sorprende a los asistentes; puede ser una jugada inusitada en un  juego de fútbol o béisbol, una actuación muy especial de un artista en un concierto, y a veces es  la reacción del público ante un espectáculo, el que realmente aporta ese ingrediente de momento mágico, de algo que es muy difícil que sucediera, y que sin embargo, pasó.

 

Entre los días 17 al 18 de abril se celebró en la ciudad de Santiago de los Caballeros, en República Dominicana, la tercera edición del Congreso Internacional “Música, identidad y cultura en el Caribe”  auspiciado por la Secretaría de Estado de Cultura de ese país,  y el Instituto de Estudios Caribeños que dirige Darío Tejeda,  teniendo como sede el excelente  edificio Centro León, que alberga un Museo, una Mediateca, un amplio teatro, varios salones para actividades y otras facilidades.  Yo había tenido la suerte de intervenir en la edición anterior, celebrada en 2007, y conocía esta acogedora ciudad, y disfruté de la excelente organización con que se conduce el Congreso, y la calidad de los participantes.

 

Allí nos reunimos más de 50 conferencistas de 14 países diferentes para hablar este año del bolero: su futuro, presente y pasado. Fueron tres días de intensa labor, de fructífero intercambio de ideas, colofonados con actividades en vivo en las dos primeras noches, donde desfilaron lo mejor de la farándula musical dominicana, y varias estrellas invitadas del extranjero, como Danny Rivera y José Feliciano de Puerto Rico, Pancho Amat y Omara Portuondo de Cuba y Olga Guillot, cubana residente en Miami.

 

Había expectativa entre los asistentes, de cómo iban a reaccionar ambas divas, Omara y Olga, separadas por diferencias ideológicas, pero compartiendo vivencias muy cercanas en su carrera artística. El viernes en la primera sesión conjunta, ambas estaban sentadas en el público, pero separadas, y fueron presentadas y aplaudidas, y al agradecer el aplauso, hubo contacto visual entre ambas, pero nada más.

 

Esa misma noche hubo una fastuosa fiesta musical en el Casino Español de esa ciudad, y en igual forma, ocupaban mesas distintas. Casi al final del evento, Omara accedió a cantar, acompañada del tres de Pancho Amat; y escogió una canción muy emblemática, titulada Amigas, de Alberto Vera, que está dedicada a  las integrantes originales del cuarteto D”Aida, Elena Burke, Moraima Secada, y Haydeé y Omara Portuondo. La canción habla de eso, de la amistad, de triunfos y fracasos. Según la cantaba, Omara se iba acercando a Olga, y terminó la canción a su lado, seguida de un estruendoso aplauso. Este momento, fue casi mágico. Pero faltaba algo todavía.

 

La sesión de clausura volvía a reunir a todos los asistentes en el teatro del Centro León, para disfrutar de “La Tertulia de los Artistas”  en la que el Director General del Centro, Rafael Emilio Yunén, iba presentando a cada uno de los tres artistas sentados en el escenario, Olga Guillot, separada de Omara Portuondo, por José Feliciano. Tan pronto Yunén comenzó a hablar, Olga con su habitual talante, empezó a hacer intervenciones que cambiaron el ambiente serio del evento, por un clima, más relajado, más caribeño; a menudo hacía contacto visual con Omara, e intercambiaban comentarios; después que Olga comentó los momentos más brillantes de su carrera, Omara le dijo: “Te faltó el más importante: cuando nació tu hija Olga María”. Olga, ni corta ni perezosa le replicó: “Todavía guardo en mi casa la cajita de música que me llevaste cuando nació mi hija”.

 

Así, bromeando sobre sus edades, sus vidas personales, y también claro con las ocurrentes intervenciones de Feliciano, siguió la sesión, con la consiguiente tanda de preguntas, la última de las cuales la hizo un joven dominicano, y la dirigió a las dos cubanas: “Yo quisiera saber qué piensan, qué sienten los cubanos hacia nosotros los dominicanos”. Olga rápidamente se levantó: Los cubanos no pueden olvidar nunca que ustedes nos dieron un prócer como Máximo Gómez”. No había terminado de escucharse la zeta del apellido, y ya el público estaba todo de pie, aplaudiendo y dando bravas. Omara se acercó a Olga, y se abrazaron: Representaban en ese momento a Cuba, a una sola Cuba, recibiendo el homenaje del pueblo dominicano. Ese creo que fue un momento mágico. Pienso que ni Olga ni Omara, han cambiado en lo más mínimo su forma de pensar; pero en ese momento, estaban hablando de otra cosa, de sus vidas dedicadas a la música. Y afortunadamente, la Política se quedó a la puerta del Teatro, porque no tenía credenciales para entrar: La Política no sabe nada sobre el Bolero...

 

Cristóbal Díaz Ayala

 

San Juan, abril 22, 2009