Epílogo al Libro: Latin Jazz.  The Perfect Combination

 

Al Mckibbon. Foto de ©Chico Sesma

 

 

Por: ©Al McKibbon

 

El jazz latino se popularizó a través de los años porque, a medida que los salones de baile empezaron a desaparecer, los músicos de jazz puro se dedicaron a la música de concierto.  Cuando se toca algo tan complicado como el bebop, muy pocas personas lo entienden.  Creó que algunos músicos modernos se alejaron del impulso primordial del jazz, que era tocar para la gente.  Luego vino el jazz afrocubano o latino.  Se trataba de un sonido de conjunto y era para bailar.  Musicalmente, el jazz latino representó un acercamiento a la gente.

 

Mi ciudad natal es Detroit. Michigan, y cuando era joven siempre tuve un interés por los tambores que se pudieran tocar con las manos.  En Detroit no había de ningún tipo. Lo únicos tambores “africanos” que había escuchado eran los de las películas de Tarzán, que sabía que eran pura farsa y ruido: la mayoría de los “nativos” de esas películas provenían de Central Avenue en Los Ángeles.  Luego me trasladé a Nueva York donde había congas por todos lados, en los barrios.  Cuando vivía en la calle 112, en la calle 116 había un hombre que tenía una panadería y también vendía congas. Estaban simplemente colgadas del techo.  Yo estaba encantado pues nunca había visto una de cerca. 

 

Empecé a escuchar la música latina que se escuchaba en el radio.  Cuando toqué en la calle 52 con el movimiento bebop ― y luego en el Royal Roost, en Bop City y en el Birland ― tuve la oportunidad de escuchar a Machito, el grupo de los Morales Brothers y a Tito Puente, y todos ellos me hipnotizaron.

 

Me interesaba todo lo negro y había mucho sucediendo en pleno Harlem, incluyendo la política y toda la música y el canto.  Eso alimentó mi deseo de aprender más y más sobre África y la cultura negra.  Empecé a sentir que los cubanos estaban tan cerca de la cultura de África, cómo era posible, porque todavía practicaban las raíces de nuestra música.  En realidad, todavía la tocaban.

 

A principio de los años cuarenta vi a Machito por primera vez.  Solía llamarlo el “Count Basie Latino”, porque su enfoque a la música era diferente al de la mayoría de los grupos latinos del momento.  Machito and the Afro-Cubans no se apegaban exclusivamente al sonido cubano tradicional.  Era más como un jazz “latino” y me llamó mucho la atención.  Tenían buenas líneas de contrabajo.  Rene Hernández escribió buena música muy buena para el grupo.  Mario Bauza quien había tocado con muchas orquestas de swing hizo que el grupo sintiera la música más como jazz estadounidense que como un sonido cubano.

 

Más tarde aprendí mucho de Chano Pozo durante su breve estancia en esta Tierra. Fue una formación completa: además de poder observar su técnica de virtuoso en los tambores, llegué a comprender algo de las tradiciones de la santería y el abakuá.  Tocaba un ritmo y decía, esto es arará, o esto es abakuá.  Yo estaba intrigado, más bien fascinado.  Aprendí sobre gente y cosas que nunca había imaginado antes.  Algunos de los muchachos del grupo decían que yo me quería convertir en cubano.  Yo les decía, “No, hombre, no es que quiera ser cubano, se trata de ser negro”.  Había mucho que aprender de Chano sobre ser negro.

 

 

De izq. a der., Al McKibbon, Tito Puente, Miguelito Valdés y George Shearing.

En el Palladium de Nueva York, para el año de 1953. Foto de ©Max Salazar.

 

Cuando tocaba con George Shearing en los años cincuenta y grabamos el álbum de gran venta Latín Escapade, siempre recordaba lo que había aprendido de Chano y Machito.  Después me integré al grupo de Cal Tjader, a quien “le picó el gusanito” y cuando vio al grupo de Tito Puente y esa fogosa manera latina de moverse en la pista de baile.  En ese entonces, no sé cómo se sentirían los otros miembros del grupo, Mongo Santamaría y Willie Bobo, pero se que Cal y yo nos sentíamos lo suficientemente “auténticos” como para realmente influenciar a nadie hacia la música latina.  Años más tarde me enteré que todo el mundo nos había estado escuchando.

 

Vince Guaraldi, en el piano; Al McKibbon, en el bajo; Cal Tjader en el vibráfono;

Willie Bobo en los timbales y Mongo Santamaría en las congas. En un baile que organizó Chico Sesma

en el Hollywood Palladium, de Los Ángeles, para los años 50s. 

Foto de ©Chico Sesma

 

En el pasado, algunos músicos no tenían mucho interés en tocar esta música latina porque, armónicamente, en su mayoría no estaba tan avanzada, como algunos tipos de jazz estadounidense.  Pero rítmicamente estoy seguro ésta es más avanzada que el jazz.  Cualquier cosa así de rítmica me interesa.  Voy a enterarme de qué se trata y a tocarla, si puedo.

 

Hay grandes desarrollos nuevos en el jazz latino.  Los grupos de jazz latino contemporáneos se están volviendo más complejos armónicamente y además están surgiendo virtuosos para cada instrumento. Creo que estamos viendo sólo el principio de lo que está por venir.

 

Edición de agosto de 2005.

 

 

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